14 de enero de 2009

¿Incultura?

Todos somos incultos en distinto grado en la medida en que lo que desconocemos es muy superior a lo que conocemos. Así, técnicamente, no habría personas cultas, sino menos incultas. Y, de igual modo, no hay personas menos incultas que otras, sino que simplemente van a desconocer cosas distintas.

La llamada cultura popular no sabría como definirla, si como un valor en alza o que se deprecia cada día en este mercado de valores que es la vida. El hombre como animal gregario, es decir, con cierta tendencia a la vida en comunidad, a lo largo de su historia ha ido desarrollando unos conocimientos, ideas o tradiciones, basados en la experiencia y transmitidos de generación en generación. La cultura. Y dentro de ella la cultura popular. Más propia del pueblo por su carácter folclórico o tradicional. Ésta, quizás sufre su primer gran golpe con el desarrollo “intelectual”, que pretende poner por escrito todo conocimiento considerado “científico” o de interés para los grupos que controlan a lo largo de la historia los conocimientos. De esta manera se amplia la zanja o cisma que existe entre estos estamentos. Incluso hoy en día la oportunidad de las personas para acceder a un “tipo de cultura” es desigual.

Tal vez la nueva “elite” cultural, neoesnob, neoalternativa y neobohemia (demasiados “neos” en una sola frase), considere sólo cultura una parte de la producción humana, despreciando este tipo de conocimiento y entendiéndolo como fruto de la superstición, el miedo, lo irreal e, incluso, esta cultura judeocristiana que nos ha rodeado durante milenios. La cultura popular va a estar al alcance de todos los hombres, de todas las personas; y sin embargo la tradición oralmente transmitida, surgida del pueblo, un pueblo bajo que en ocasiones difícilmente sabría escribir su propio nombre –razón de que la transmisión sea oral–, va a ser, a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad, “tradicionalmente” rechazada por la elite intelectual, capacitada para leer y escribir, o, por lo menos, para que otros se lo leyeran. En la actualidad sigue siendo rechazada por algunos; y creo que deberíamos ser lo suficientemente hábiles, y no digo listos, para poder discernir aquellos aspectos más puramente supersticiosos, irreales, etc., de aquellos otros que realmente nos pueden aportar un saber. Me vienen a la cabeza como ejemplo las epopeyas homéricas, en las que, más allá de la simple narración o imaginación de Homero, hay que extraer un hecho, un aporte de información, conocimiento… que suscitan las entrañas de dichos poemas.

Quizás la cultura, el conocimiento, esté subyacente en múltiples aspectos de la vida. ¡No en múltiples, en todos!; y hay que dejar de lado los prejuicios, cambiar nuestra forma de mirar el mundo, y desarrollar una mirada más amplia y profunda de las cosas. Por todos es sabido que “no hay más ciego que el que no quiere ver”.

P.D. Estas líneas han sido escritas con la intención de suscitar un debate interior (o exterior) en el lector en cuanto a su forma de afrontar la realidad. No considero que lo aquí escrito por mí de forma desordenada, a base de ideas sueltas y quizás repetitivas, sea en ningún caso una verdad absoluta; ni mucho menos comulgo con alguna de ellas.


Tomoe

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