21 de enero de 2009

La aventura del tocador de señoras


Eduardo Mendoza nos ofrece con esta obra otra disparatada y divertida historia del protagonista de El Misterio De La Cripta Embrujada y El Laberinto De Las Aceitunas. En esta nueva entrega nuestro incansable y delirante buscavidas se verá inmerso en un enredo de corrupción político-empresarial en el cual él es el principal sospechoso de un asesinato. Esto le llevará a tratar de demostrar su inocencia ejerciendo de detective amateur, topándose con las situaciones más esperpénticas y los personajes más absurdos de la élite barcelonesa.

La primera gran excentricidad que se permite el autor a modo de carta de presentación es el alta que se concede el mismo día a todos los internos de un manicomio para derruirlo y construir en su lugar edificaciones de mayor interés económico.

De esta forma nuestro antihéroe deberá volver a integrarse en la Barcelona postolímpica trabajando de peluquero en “El tocador de señoras”, sin apenas conocimientos, pero con gran desparpajo para salir de apuros con su fina extravagancia.

Eduardo Mendoza

Dicho esto es inevitable que veamos en él una semejanza más contenida con todo un grande de la literatura norteamericana: Ignatius J. Reilly de La Conjura De Los Necios. Su excentricidad, su forma de fanfarronear con el delirio brillante de los iluminados, su faceta de incomprendido e inadaptado y su facilidad para verse metido en líos de índole grotesca.

Estos son los condimentos para trazar esta historia de enredo detective-policíaco en el que se verán inmersos importantes personalidades de la política y negocios barceloneses, que junto a la falta de escrúpulos demostrarán una incontinencia racional estrafalaria en la línea de la obra, resultando al final el “loco oficial” el más cuerdo de todos.

“¿No ha visto aparearse los caracoles y otros fósiles en los documentales de la televisión? Uno los ve y piensa, yo con ésa no lo haría. Pero a ellos se los ve felices”

“Lo único que puedo asegurar es que en ninguna ocasión, ni siquiera en los más críticos bretes, he visto, conforme suele contarse, pasar ante mí mi vida entera como si fuera una película, lo que siempre es un alivio, porque bastante malo es por sí morirse para encima morirse viendo cine español”

Kaliayev

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