Durante la evangelización en el lejano Japón, un misionero fue hecho prisionero por un grupo de samuráis.
- Si quieres continuar vivo, mañana tendrás que pisar la imagen de Cristo frente a todo el mundo –dijeron los guerreros.
El misionero se fue a dormir sin albergar dudas en su corazón: nunca cometería semejante sacrilegio, y estaba preparado para el martirio.
Despertó en mitad de la noche y, al levantarse de la cama, tropezó con un hombre que estaba durmiendo en el suelo. A punto estuvo de caer de espaldas de la sorpresa: ¡Era Jesucristo en persona!
- Ahora que ya me has pisado en carne y hueso, ve ahí fuera y pisa mi imagen –dijo Jesús–. Porque luchar por una idea es mucho más importante que la vanidad de un sacrificio.
Paulo Coelho
15 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario