Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (1ª Parte)
Otra noche más…
Habrá que merendar unas porras, que de lo que se come se cría (!). Bajo a la calle y miro mi placa anunciadora del portal. En ella reza:
Carlos Gutiérrez Santamaría
Detective P irado
Rúa Casas Reales, 24, 2ºB
Algún hijo de mala madre había cambiado mis letras metálicas. Buena broma, ja, ja.
- ¡A tomar por culo el cartel!
Así lo dejo, ahora me produce risa irónica, pero me acabará haciendo gracia de verdad… cuando esté pirado.
La mañana es clara, está despejado y la luz deja ver todos los colores de la ciudad. El clima es mi mejor psicólogo: si sonríe, yo sonrío... algo. Habrá que aprovecharlo…
Pillo el desayuno, hoy no me llega para el periódico –habrá que sacar dinero, los rufianes de anoche sólo me han dejado calderilla-. Leo los titulares de La voz de Galicia, me detengo en uno: “Cruel homicidio en Conxo”, el copete dice: “Joven universitaria es descuartizada la noche de ayer en su habitación de la residencia de estudiantes Montero Ríos. No hay noticia de quién es el culpable, aunque ha sido detenido un joven que declara ser novio de la interfecta”... Me agenciaría el ejemplar de no ser por la mirada torva del dependiente. (...)
Me siento en el mejor banco del parque de Belvís, que ¿por qué es el mejor?, porque está frente a un canal, posiblemente río en sus orígenes, donde viven (o eso quiero creer) aves entrañables como los patos, además de ratas, seguramente. Bonito paralelismo con nosotros: otro animal natural que vive entre cemento, y cuyas ciudades son hábitat de innumerables especies, las cuales también pasan delante de mis ojos. Lo dicho, el mejor lugar para divisar la fauna urbana. Tenemos al señor trajeado que se dirige a su oficina, donde le menosprecian y explotan. Al “atleta” que, por su exudación, podríamos decir que madrugó para practicar footing. La señorita que lleva a hijos ajenos al colegio. El borracho con su bric y ropa raída que, tras una larga noche, busca banco para descansar. El yuppie de chaqué y gafas de sol. El madero que vigila el orden establecido a la voz de “nadie debe alterar el statu quo”, si es que sabe lo que es eso. La tía buena bamboleándose, que por su peinado podría ser peluquera, pero por sus uñas quizá sea esteticién. Todos con su trasfondo psicológico, que es lo que a mí me interesa. Conjeturar es lo mío: el oficinista estará posiblemente divorciado, por su descuidado aspecto a pesar del traje, y su soledad le hace tener esa cara de teléfilo impertérrito; el “atleta” es soltero, puede que tenga novia, pero también tiene un vicio: sudar, después de una ducha se sentirá ligero, libre, feliz, e irá a comprar biofrutas y espinacas, tiene el claro síndrome de persona feliz, ajeno a las desgracias y a la vida real; la cuidaniños seguramente es una mujer afable, su amplia sonrisa lo indica -qué niño no hace sonreír, aunque sólo sea por nostalgia de aquellos maravillosos años-, quizá es universitaria y será buena médico; el paria tendrá una vida tranquila pero fría, aunque tenga más capas que una cebolla; el yuppie es el más ridículo, ese no tiene nada en el coco, sólo diarrea, descomposición, nauseabunda putrefacción; el “señor agente” hace su trabajo, una vida normal le ha perseguido siempre y piensa que sirve a la comunidad de forma abnegada y satisfactoria; la esteticién posiblemente algún día conozca al yuppie.
Otra noche más…
Habrá que merendar unas porras, que de lo que se come se cría (!). Bajo a la calle y miro mi placa anunciadora del portal. En ella reza:
Carlos Gutiérrez Santamaría
Detective P irado
Rúa Casas Reales, 24, 2ºB
Algún hijo de mala madre había cambiado mis letras metálicas. Buena broma, ja, ja.
- ¡A tomar por culo el cartel!
Así lo dejo, ahora me produce risa irónica, pero me acabará haciendo gracia de verdad… cuando esté pirado.
La mañana es clara, está despejado y la luz deja ver todos los colores de la ciudad. El clima es mi mejor psicólogo: si sonríe, yo sonrío... algo. Habrá que aprovecharlo…
Pillo el desayuno, hoy no me llega para el periódico –habrá que sacar dinero, los rufianes de anoche sólo me han dejado calderilla-. Leo los titulares de La voz de Galicia, me detengo en uno: “Cruel homicidio en Conxo”, el copete dice: “Joven universitaria es descuartizada la noche de ayer en su habitación de la residencia de estudiantes Montero Ríos. No hay noticia de quién es el culpable, aunque ha sido detenido un joven que declara ser novio de la interfecta”... Me agenciaría el ejemplar de no ser por la mirada torva del dependiente. (...)
Me siento en el mejor banco del parque de Belvís, que ¿por qué es el mejor?, porque está frente a un canal, posiblemente río en sus orígenes, donde viven (o eso quiero creer) aves entrañables como los patos, además de ratas, seguramente. Bonito paralelismo con nosotros: otro animal natural que vive entre cemento, y cuyas ciudades son hábitat de innumerables especies, las cuales también pasan delante de mis ojos. Lo dicho, el mejor lugar para divisar la fauna urbana. Tenemos al señor trajeado que se dirige a su oficina, donde le menosprecian y explotan. Al “atleta” que, por su exudación, podríamos decir que madrugó para practicar footing. La señorita que lleva a hijos ajenos al colegio. El borracho con su bric y ropa raída que, tras una larga noche, busca banco para descansar. El yuppie de chaqué y gafas de sol. El madero que vigila el orden establecido a la voz de “nadie debe alterar el statu quo”, si es que sabe lo que es eso. La tía buena bamboleándose, que por su peinado podría ser peluquera, pero por sus uñas quizá sea esteticién. Todos con su trasfondo psicológico, que es lo que a mí me interesa. Conjeturar es lo mío: el oficinista estará posiblemente divorciado, por su descuidado aspecto a pesar del traje, y su soledad le hace tener esa cara de teléfilo impertérrito; el “atleta” es soltero, puede que tenga novia, pero también tiene un vicio: sudar, después de una ducha se sentirá ligero, libre, feliz, e irá a comprar biofrutas y espinacas, tiene el claro síndrome de persona feliz, ajeno a las desgracias y a la vida real; la cuidaniños seguramente es una mujer afable, su amplia sonrisa lo indica -qué niño no hace sonreír, aunque sólo sea por nostalgia de aquellos maravillosos años-, quizá es universitaria y será buena médico; el paria tendrá una vida tranquila pero fría, aunque tenga más capas que una cebolla; el yuppie es el más ridículo, ese no tiene nada en el coco, sólo diarrea, descomposición, nauseabunda putrefacción; el “señor agente” hace su trabajo, una vida normal le ha perseguido siempre y piensa que sirve a la comunidad de forma abnegada y satisfactoria; la esteticién posiblemente algún día conozca al yuppie.
Casi prefiero observar a los patos, pero ya es tarde. Habrá que ir al despacho… (...)
Vuelvo a Casas Reales y, sorprendentemente, hay alguien esperándome; lo deduzco por sus ojos de cárabo, como si el lugar le fuera extraño e inhóspito. Se trata de una chica rubia, joven, de tez clara; vestimenta normal (vaqueros y camisa) y aspecto atribulado. Me pregunta:
- ¿Es usted Carlos Gutiérrez?
- Sí, soy yo y no estoy pirado.
- ... Mire, es que ha pasado algo horrible y no sé a quién acudir..., quizá usted no trate crímenes…
- Señorita, los tiempos son difíciles y acepto toda clase de asuntos, pero estudié criminología –modestamente contesto-. Acompáñeme al despacho, por favor.-Siempre pensé en ser detective criminalista...
Vuelvo a Casas Reales y, sorprendentemente, hay alguien esperándome; lo deduzco por sus ojos de cárabo, como si el lugar le fuera extraño e inhóspito. Se trata de una chica rubia, joven, de tez clara; vestimenta normal (vaqueros y camisa) y aspecto atribulado. Me pregunta:
- ¿Es usted Carlos Gutiérrez?
- Sí, soy yo y no estoy pirado.
- ... Mire, es que ha pasado algo horrible y no sé a quién acudir..., quizá usted no trate crímenes…
- Señorita, los tiempos son difíciles y acepto toda clase de asuntos, pero estudié criminología –modestamente contesto-. Acompáñeme al despacho, por favor.-Siempre pensé en ser detective criminalista...
Escrito y pergeñado por: D.C.O.
Narrado por: C.G.S.
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