“Sólo conocía a pobres, es decir, gente cuya muerte no interesa a nadie”. L. F. Céline, “Viaje al fin de la noche”. El mundo parece sumido en una noche sin luna, sin estrellas. La crisis, -como hace unos meses, jóvenes islamistas, con barba, treinta años y un AK-47-, aterra a los buenos hijos blancos de Occidente; por definir de alguna manera ese lugar del planeta donde revierten, en cierto modo, los beneficios económicos de este genocidio global. Quizá sea como vivir a costa del pelo y los dientes de los judíos exterminados en Centroeuropa. Quizá sea exagerar. ¿Responsabilidad? ¿Cuál? ¿A nosotros? ¿Quiénes somos nosotros? No sé. Hace tiempo leí una frase bastante curiosa: “a fuerza de millones de muertos somos demócratas y humanistas”. Buena gente en fin. No lo dudo.
El caso es que hay cosas que es mejor no preguntarse. Ahora, las grandes voces públicas mundiales se plantean el fin del capitalismo financiero salvaje que estaba operando en el mundo. Pero, el año pasado, en las grandes bolsas de Europa y EE.UU. la especulación con el precio de los alimentos estaba aumentando el número de personas subalimentadas en el mundo (de los otros) a unos cuantos centenares de millones de personas más. Eso no es crisis -me remito a la frase de cabecera del texto-. Qué cosas tiene la vida. Menos mal que ésta ha pasado a un segundo plano. Imagínense, preocuparse por ella con todos los que somos. “El mundo, nuestro mundo, lleva cien años o más muriéndose… necesita el coup de grâce, saltar en pedazos”, Henry Miller, “Trópico de Cáncer”.
Me acabo de levantar, son cerca de las tres de la tarde, es domingo. Voy al frigorífico a coger un refresco. Me siento en una silla azul con ruedas, lo abro, y hago un poco el idiota mientras me lo bebo. En la radio suena una canción de Calamaro. La calefacción lleva encendida algo menos de una hora, acerco mis pies al radiador y dejo que vayan impregnándose de un poco de calor. No tengo prisa. Mientras, escribo esto; como si fuese un relato, un cuento lejano, inaudible. Luego iré un rato a las piscinas.
“Esta es la historia de una sociedad que se hunde, que mientras se va hundiendo, no para de decirse, hasta hora todo va bien, hasta hora todo va bien; lo importante no es la caída sino el aterrizaje”. Mathieu Kassovitz, “El Odio”.
Pensemos en las flores, las mujeres, la poesía….
D.D.M.
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