15 de noviembre de 2010


Les observaba desde su silla, estaban sobre la mesa de la cocina, inertes, arrugados. Mientras, en la sartén crepitaban las patatas y en la radio sonaba una vieja canción en inglés. Los miraba incrédulo, indeciso y demasiado perezoso, pero sentía que casi le amenazaban si tardaba en poner orden. Así que, cuidadosamente comenzó su tarea como si de una complicada ecuación se tratase. Nunca conseguía resolverlo y eso le ponía nervioso y las ideas le revolvían la cabeza, ¿cómo era posible que, en todos los años que llevaba como detective, aún no hubiera descubierto como solucionar aquel misterio? Es como si se perdiesen en un hueco o si se los llevase volando el viento para nunca más completar al resto. Jamás encontró sentido a aquellas repentinas desapariciones que se producían en todos los hogares y que el descubría en la mesa de su cocina, cuando no conseguía emparejar los malditos calcetines.

El dilema de los calcetines sueltos

7 de noviembre de 2010

La muerte.

La vida.

La vida, o la muerte. Ese sendero pedregoso que poco a poco eleva el elixir hacia el fin. Todo principio tiene fin, y todo fin, ¿tiene un principio? Claro, ese principio, en el útero materno, donde una unión de fluidos da lugar al mundo que existe. El quid de la cuestión reside en el fallo que tenemos al analizar estos dos conceptos. No tenemos que analizar el final, sino el principio. Ese motor inmóvil del que habla Aristóteles, del que yo personalmente no estoy muy confiado.

La realidad, a mi modo de ver, es un conjunto de hechos que se interrelacionan entre sí.

Por ello mismo yo he escrito esto, y usted lo esta leyendo pensando que mi persona está absolutamente como una “puta cabra”, y que no se centra en su realidad.

Pero creo que es mi forma de ser el que hace que me parezca interesante que toda una civilización inteligente hasta cotas insospechables, no se pueda basar en un comienzo establecido, nos basamos en la nada, y en experiencias sensoriales sufridas por otros, es decir, en la confianza, este es un mundo de confianzas.

Intento explicar, que para mí, lo único que nos hace establecernos en nuestra situación actual es un hecho cotidiano y maravilloso, consagrado únicamente por confianza mutua y afección, el acto sexual, la droga más potente del hombre.

Todo hombre o mujer tiene que buscarlo, sea con el polo opuesto o con polos separados, tal vez mi síntesis parezca establecer un rechazo hacia la homosexualidad, pero no es así. Creo que ese gesto es una forma de expresar su “amor” hacia lo que creen, y que de la otra no son capaces de hacerlo. Es la mente lo que evoca su capacidad de creer en ello, y por ello mismo, ese razonamiento me basta para comprenderlo.

Volviendo a lo que quería dilapidar, si, dilapidar, nosotros no estamos aquí por las matemáticas, la geometría o la forma de expresarnos en varios idiomas cada vez más perfeccionados, sencillamente estamos porque nuestra naturaleza ha hecho que un tornado de “orgasmos” haga posible la creación de un semejante capaz de seguir cuando el anterior muera.

Demasiadas teorías, demasiados idiomas, demasiadas formas para expresar lo mismo: no sabemos nada sobre nuestro origen, excepto, únicamente un dato, nacemos de un “orgasmo”, por lo tanto, si yo tuviera una maquina del tiempo, no pensaría absolutamente en otra cosa que no fuera observar ese primer “gran orgasmo creador”.

Tuvo que ser espléndido. Aquel tornado de orgasmos capaz de crear mi vida, la vuestra, la de todos los seres conocidos…

Por ello, sabiendo únicamente que no se nada, ya que parto de una base subjetiva, me baso en que el comienzo de los tiempos nació con una explosión de orgasmos, capaz de matar a todo ser viviente de un ataque de adrenalina, 100000 veces más potente (como poco) que un “chute” de heroína, es decir, la creación se basa en un mega-chute de heroína, y por lo tanto, ese “chute” seguramente es, para los que imponen sus ideas a la sociedad, su Dios.

Dios fue creado por un “chute” de heroína.