14 de enero de 2009

-Muerto en vida- (3ª Entrega)

Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (2ª Parte)

Subimos las escaleras, su crujido me saca de quicio –este edificio se cae a pedazos-. Está demasiado callada, posiblemente se trate del crimen de Conxo. Abro la puerta y la invito a pasar. Nada más entrar se encuentra el recibidor, austero y elegante, de colores pardos, como toda la casa. Cuenta con una planta lacia (falta de mantenimiento); una acuarela marinera, a la que he anexionado un Rothko en facsímil; un reloj de pared de la Caixa Galega; y un par de sillas de tijera; lo único que le falla es la falta de perchero y paragüero…



- A la izquierda, señorita.
- Gracias.

Mi despacho es la pieza más grande del cochambroso apartamento. Es sencillo y con buena iluminación, y aquí sí que tengo los “accesorios de todo buen detective”: hay un secreter amplio y despejado -a parte del flexo, la escribanía y unas hojas bajo un pisapapeles con forma de escarabajo-, justo en frente de la puerta, desde donde se extiende la habitación hasta la ventana, con sus cajones bajo llave, donde guardo archivos de casos importantes, cartas muy personales, puros de “importación”, un dictáfono, mi cámara fotográfica y mis Benelli B-76 (9 mm parabellum, 8 disparos) y Sig-Sauer P220 (mini-pipa; pequeña pero matona), así como sus respectivas fundas y cintos; un mueblebar, también bajo llave, tras el escritorio, incrustado en una estantería; unos estores para las ventanas; un perchero actualmente abandonado; un paragüero con un solo morador; un cubo de basura, donde se encuentra un teléfono, víctima en primera instancia de la compañía telefónica, y en segunda mía; y la amplia estantería repleta de más archivos de casos antiguos, libros de jurisprudencia, álbumes de recortes de periódicos, enciclopedia, novelas negras (gran fuente de conocimientos acerca de la compleja naturaleza humana) y de otros géneros, cartas… Ah, también hay tres sillas almohadilladas, la mía reclinable, giratoria y con reposabrazos.

- Tome asiento señorita –le recomiendo-. Su nombre es…
- Me llamo María Hernández.
- Encantado. Qué puedo hacer por usted.
- Mire, una amiga mía ha sido asesinada –solloza.-Y de repente se echa a llorar.
- Tranquila señorita, tranquila, si llora no podrá explicarse como es debido. Quiere que le traiga algo, un café, un té, un whisky… (?)
- Bueno…, vale. Un whisky.

Me acerco al mueblebar y saco a mi amigo Dic. No he necesitado llave, está abierto. El manojo debo haberlo guardado en mi cómoda.

- Marchando un lingotazo (!). ¿Quiere hielos?
- No, no hace falta, así esta bien.
- De acuerdo. Bueno…, por dónde íbamos…

Se bebe el whisky de un trago y empieza a relatar la historia:

- Ayer estuve con una amiga que…
- Perdone, sé exhaustiva por favor, nombres, detalles, todo; aunque crea que no tiene importancia, puede ser determinante.
- Vale. Pues ayer estuve con Lara González, una amiga mía que estudia derecho aquí, en Santiago, como yo; estuvimos tomando algo y luego fuimos a su resi, una tal Montero Ríos, a ver una película; serían las diez de la noche cuando me iba a ir porque había quedado con su novio -se llama Aleixo, creo que hacía económicas, no llevaban mucho-, pero éste llamó y le dijo que no podía quedar por razones de fuerza mayor: debía haberse puesto malo su padre o algo así. Entonces me quede con ella un rato más, hablando y así. A las once y media aproximadamente me fui a mi casa. Y esta mañana… Ha sido horrible, horrible… He ido a buscarla para ir a clase pero la residencia estaba vallada, todo estaba lleno de policía y de gente, nadie sabía que pasaba, hasta que la policía ha empezado a hacer preguntas… Preguntaban por Lara (!). No me querían decir que pasaba, pero después de contarles lo que le he contado a usted, me lo han dicho: “está muerta”… No entiendo nada, no puede ser posible… Me han tomado declaración y me han exhortado a decir quién podía ser el culpable. No les he dicho nada: Lara no tenía enemigos. No puedo entenderlo.-Se pone a llorar de nuevo.
- Tranquila señorita, no llore. A ver, por qué viene usted a hablar conmigo si ya ha hablado con la policía (?)
- Porque han detenido a Aleixo, pero es imposible que él la matara, yo lo conocí, era un chico muy majo, muy humano… Era voluntario en una protectora de animales y estaba muy ocupado protestando contra la explotación animal, según ella me contaba. Además creo que era vegetariano o vegano…, algo así.
- A veces las cosas no son lo que parecen.
- Pero el día que le conocí…, no sé… Por ejemplo, se posó un mosquito en Lara y yo lo iba a matar, pero el dijo “¡no!” y lo espantó… No lo entiendo, esto es surrealista…-Comienza a llorar de nuevo.
- No llore señorita, no sirve de nada.
- Usted no lo entiende, era mi mejor amiga…

Empiezo a cavilar: resulta irónico que alguien que defiende a los animales tenga un nombre que signifique precisamente eso, defensor; y resulta más irónico aun o más bien paradójico que mate a machete en ristre.

- De acuerdo señorita, lo que vamos a hacer es esto: usted se va a ir a casa o donde quiera, pero que sea un lugar apacible para usted, sin angustias ni recuerdos; pero antes tendrá que decirme su dirección o móvil por si la necesitara, que la necesitaré.
- Vale, señor Gutiérrez.
- Llámame Charly, por favor.

Sale por la puerta, todavía consternada. Yo me quedo pensativo, no en el caso en sí, sino en el porqué del ensañamiento; según el periódico: “descuartizada”…, en una residencia llena de universitarios… Eso es puro sadismo, lo más gore con lo que me topo desde hace años, obra de un perturbado zarramplín o, peor, de un perturbado intelectual.

Lo primero será visitar a “mis amigos”: la bofia.

Escrito y pergeñado por: D.C.O.

Narrado por: C.G.S.

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