Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (4ª Parte)
El habitáculo es gris, en la pared de la izquierda se encuentra un espejo falso; en el centro, una mesa y dos sillas son la única compañía de Aleixo. Él está justo enfrente, sentado y reclinado en la silla, con la cabeza sobre el pecho y las manos juntas sobre la mesa.
- Hola señor Raxeira, soy Carlos Gutiérrez, detective privado. ¿Puedo hablar con usted?
- Haga lo que quiera.
- Me siento entonces… ¿Qué le ha ocurrido?
- Qué pregunta es esa, parece un abogado de faltas más que otra cosa…, si es alguna cosa.
- No sé, sólo quiero saber cómo está -miento.
- Pues estoy jodido y condenado…
- Sí, eso parece.
- …por un crimen que nunca cometería. ¡Yo no he sido, joder! ¡¿Cómo iba a hacer algo así?! ¡Yo la quería!
- ¿Qué hizo ayer después de llamarla por teléfono?
- Cómo sabe usted eso (?).
- Eso no importa. Conteste, por favor.
- Yo…, eh… Qué quieren de mí…, déjeme en paz, por favor.-Pongo cara de “no me vale esa respuesta”, él empatiza en seguida-. Acabé un trabajo de Administración y salí de casa camino del Hospital Xeral de Galicia. Yo vivo aquí al lado, en la Rúa Virxe da Cerca; fui andando, atravesando el Casco Viejo. No recuerdo más… ¡¡Ya se lo he dicho a sus amigos!! ¡Yo no he matado a nadie!
- ¿A qué hora salió de casa aproximadamente?
- No sé, a las… once y media o algo así. ¡Joder! ¡Déjeme en paz! ¡Yo no he hecho nada! ¡Yo no he matado a nadie! ¡Hacedme caso! Por favor…-Se derrumba sobre la silla con la cabeza entre los brazos y empieza a hacer un ruido extraño, como una especie de ronroneo.
Pasa un rato, lo mejor será irse; no creo que saque nada más de este pobre chaval. Súbitamente se levanta e intenta tirar la mesa, pero está clavada al suelo, coge la silla y la lanza contra mí, no me alcanza, le pido que se tranquilice, hago ademanes intentando transmitir calma, pero nada. Me dirijo a la chitacallando hacia la puerta. Él está muy nervioso, se encuentra de pie a cuatro metros de mí, respira sofocado y me mira fijamente; está desesperado, no es miedo lo que trasmiten sus ojos, sino clemencia. Abren la puerta y me sacan inesperadamente interrumpiendo mis palabras:
- Tranquilo Aleixo, todo se resol…
Afuera me encuentro con el sargento Brañas, mi amigo, y el comisario Ferreira.
- ¿Qué hace usted aquí? –me pregunta Ferreira.
- Recabar información –respondo.
- Esto no es un banco de datos, señor… -Nunca se acuerda de mi nombre este “amable” vejete.
- Gutiérrez, comisario –intercede mi amigo.
- Ya me voy –digo lacónicamente-. Hasta luego.-No hay respuesta.
El día ha cambiado y está lloviendo. Tengo gazuza, ni un chavo en el bolsillo y, si no recuerdo mal, mi frigorífico sólo tiene de comestible unas cuantas telarañas y un tomate, el cual se ha convertido en un experimento científico en elevada fase de putrefacción (por esa causa ni lo toco, a ver qué pasa). Habrá que sacar dinero… ¡Hostias, la cartera! No puede ser…
Vuelvo a casa a por la cartilla, dónde la tendré (?). Después de un buen rato de búsqueda, va y aparece debajo del bidé, no lo entiendo… Voy a la Caixa Galega pero es tarde y está cerrada. ¡Joder, sin un pepito que echarme a la boca no puedo pensar!
Finalmente decido llamar a María, la chica que me ha “contratado” (todavía no le he dicho mis honorarios -nunca me han gustado los momentos difíciles y cargados de emoción para hablar de pelas-). Voy a una cabina, invierto y marco…:
- Sí…-se oye al otro lado de la línea.
- Soy Charly, el detective.
- Ah, sí, ¿Qué ha pasando?
- Muchas cosas, si quieres te las cuento comiendo.
- Ya he comido.
- Es que… yo no.
- Am…, y (?).
- Verás, es que ayer me robaron la cartera, los bancos me han cerrado y no tengo dinero.
- Ah…, si quieres te puedo invitar a comer.
- ¡Genial!
- Lo que pasa que vivo un poco lejos.
- Da igual, ¿Dónde?
- En la Rúa Santa Marta de Arriba, nº2, 7ºD. Está en dirección…
- Tranquila, ya sé donde está. Ahora estoy allí. ¡Ah!, y gracias.
- Nada, hasta ahora.
(…)
Escrito y pergeñado por: D.C.O.
Narrado por: C.G.S.
26 de enero de 2009
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