27 de agosto de 2009

El pájaro herido de una flecha

Un pájaro inocente
herido de un flecha
guarnecida de acero
y de plumas ligeras,
decía en su lenguaje
con amargas querellas:

"¡Oh, crueles humanos,
más crueles que fieras!
Con nuestras propias alas
que la Naturaleza
nos dio, sin otras armas
para propia defensa,
forjáis el instrumento
de la desdeicha nuestra,
haciendo que inocentes
prestemos la materia."

Pero no, no es extraño
que así bárbaros sean
aquellos que su ruina
trabajan y no cesan;
los unos y otros fraguan
armas para las guerras,
y es dar contra sus vidas
plumas para las flechas.


Samaniego

26 de agosto de 2009

Océano del Sin Sentido

José Corno
Mientras tanto, señora, si alguna vez pasa usted por Burgos, visite su prodigiosa catedral, y, después de haber contemplado los bajorrelieves en que está esculpida la entrada de Nuestro Señor en Jerusalén, un coro que cierran dos rejas en oro repujado de un trabajo maravilloso, su altar, labrado como un joyel florentino (...); su Magdalena de Leonardo da Vinci; su órgano formidable y su Cristo de piel humana, solicite usted ver el sepulcro del Cid, y el sacristán, que afortunadamente no es un sabio, le enseñará, en la sala de Juan Cuchillero, el venerable monumento adosado al muro con garfios de acero.

De París a Cádiz, Alejandro Dumas

16 de agosto de 2009

La catedral

He visitado no pocas veces la catedral de burgos, recorriendo y admirando los primores de arte que encierra en sus gallardas naves, en su capilla del Condestable, donde todo es de suprema elegancia, en su claustro y altares, y los sufrimientos de inefable contento de la vida no me abandonan en ninguna parte de aquel magnífico edificio. Y no me avergüenzo de decir que jamás, en mis frecuentes visitas, perdí el encanto inocente de ver funcionar el infantil artificio del Papamoscas.

Prólogo a Vieja España, Benito Pérez Galdós


15 de agosto de 2009

Ring. Una llamada telefónica

El teléfono no paraba de sonar. No quería cogerlo, seguro que era él… Llevaba dos días sin salir, sumido en una intranquilidad enorme, y no había recibido ninguna llamada. Ahora repiqueteaba en mi cabeza; sin poder sacármela del cuerpo, se convertía en una calva agonía. El tono variaba, su intensidad también; era como si, en vez de uno, fueran muchos teléfonos… Descendía y descendía, por un abismo junto con aquel hilo musical kafkiano… Mis ojos fijos en el artefacto inquisidor –había perdido todo rasgo reconocible, ¿para qué servía?, ¿era ésta su única función, o destrucción, mejor dicho?– llameaban, deseaban acabar, kaputt, aunque fuera conmigo mismo; sin compasión ni pena, no podía soportarlo por más tiempo… Volvía a sonar. Regularmente. En el intervalo entre llamada y llamada, había tres segundos de reloj: tic, tic, tic… El infierno se instalaba en la pieza. Una bruma seca me envolvía, un sudor frío me irritaba, y la vista se empavonaba con cada intento desafortunado de fijar la mirada. Cogí un reloj cercano, comprobé la periodicidad del denominado “teléfono”: las saetas se abotargaban…, finalmente se dirigían en sentido contrario, ¿qué? No, no podía ser, estaba sufriendo algún tipo de alucinación: lo tiré sin mucho tino contra el mueblebar, hecho añicos durante una de mis crisis precedentes… Sin remisión, volvía a sonar otra vez. Grr… Tic, tic, tic… Y otra vez… Grrr… Tic, tic, tic… Saqué las pilas, aun sabiendo a lo que me exponía. Pero, ¡¡volvía a sonar!!… Imposible. Una y otra vez. Mis uñas escarificaban la carne sin sentir nada. Estaba perdido, no tenía escapatoria… No sé cuánto tiempo había pasado cuando me tiré por la ventana; pero lamentablemente no conseguí deshacerme del infernal zumbido. Hasta hoy, 21 de abril, San Anselmo. (Anónimo)

14 de agosto de 2009

La catedral

Allí estaba Burgos. Burgos debe ser, porque entre esa masa compacta y oscura de techos puntiagudos, de torres almenadas y altos miradores, he visto destacarse, como dos fantasmas negros, las gigantes agujas de su catedral. En este momento se me ocurre qué pensarán esos monstruos de piedra, esos patriarcas y esos personajes simbólicos tallados en el granito, que permanecen día y noche inmóviles y asomados a las góticas balaustradas del templo, al ver pasar entre las sombras la locomotora ligera como el rayo y dejando en pos una ráfaga de humo y chispas encendidas.

Acaso saludarán, con una sonrisa extraña, la realización de un hecho que esperan hace muchos siglos. Acaso esas simbólicas figuras grabadas en la entreojiva de la catedral, jeroglíficos misteriosos del arte cristiano que aún no han podido descifrarse, contienen la vaga predicción de las maravillas que hoy realiza nuestra época.


El contemporáneo, Gustavo Adolfo Bécquer

13 de agosto de 2009

La catedral

¡Qué dulce recuerdo, lleno de verdad y de lágrimas me sobrecoge cuando pienso en Burgos...! ¿Te choca? Yo estoy nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la puerta estrecha por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma.

Federico García Lorca

-Muerto en vida- (14ª Entrega)

Jueves, 26 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (4ª Parte)

Llego al Tuto, con miedo patológico y crónico, acentuado por la visión reciente de la santa muerte. Entro apesadumbrado. Apenas me percato y sorprendo de que el lugar esté demasiado vacío para ser realidad, quizá todo sea un sueño… “Hoy más que nunca te necesito”, digo para mis adentros.

- Hola José, qué tal (?) –saludo al barman.

- Bien, Charly. A ti mejor no te lo pregunto. ¡Ni que hubieras visto un muerto, macho!

- Varios, José, varios…

- ¿?… Bueno. ¿Qué quieres tomar?

- Ponme un whisky doble.

Me gusta el bar, está bien acondicionado: nada más entrar hay unas escaleras que te bajan de nivel; a la derecha hay mesas y banquetas de madera, con cojines para acomodarse; a la izquierda una diana donde siempre hay alguien compitiendo; más adelante se extiende la barra junto a la pared izquierda, dejando un recoveco final como nidito de amor; los baños, al fondo; y la luz sutil.

¡Ou!, Xosé ha puesto Led Zeppelin… Esto se merece un brindis: levanto mi vaso en su honor. Xosé se acerca y secunda mi ademán:

- Qué grandes (!).

- Sin duda, José. (…)

Entra por la puerta la encarnación de la manzana dorada del eterno deseo*1. Un milagro: la forma de un sueño, de un ideal; es ella… Me encantaría ser astrólogo para perderme en sus ojos, luceros de la noche…; qué universo tan inexpugnable (!), libre como mi lúgubre avidez. Solía ser inmune a los encantos femeninos, sin embargo ha llegado mi Trafalgar. Lo que daría por ella (!)…, no daría la muerte –eso lo daría por nada-, daría mi vida. Ella tiene mi orgón*2. Me haría olvidar esta obsesión, este ansia de muerte inoculada. Te necesito… Sálvame.

Parece que mi apóstrofe, invocación desesperada, ha surtido efecto. Se dirige hacia mí, esta vez parece una sílfide que se verá varada a mi vera*3 por el viento cómplice que impele su ser de aire… Estoy acabado: doy otra calada a ese porro alimento del alma y…

Ella se sienta a mi lado, me mira de reojo. Debería decirle algo, aunque sólo fuera un “hola” o un “buenas”…; la salutación nunca ha sido lo mío. Inesperadamente me sondea:

- ¿Qué tal Charly?

- Ou (!), hola Lua –digo, disimulando que ya la había visto-. Bien…, supongo que estoy bien.

- No hace falta que me mientas. (…) Parece que todo te da igual (!).

- Todo lo contrario, Lua.

- Siempre bebes duro o qué (?!).

- Siempre bebo duro.

- ¿Entonces?… Si te importaran las cosas harías algo por ellas, y no desperdiciarías tu vida así.

- ¡Tú que sabrás!

- Sólo sé que nunca te he visto sonreír.

- Por qué coño te metes en mi vida (?!). Eres una jodida psicoanalista, la oxitocina*4 no te deja vivir o simplemente es un hobby (?!).

- Vale, perdona. Eres un puto borde… Paso.

- Pues pasa.

Bebo otros tres whiskys más; Xosé sabe servirlos: bien cargados, como a mí me gustan. Lua lleva con su pinta un buen rato. Está seria, no se aparta de mi lado. Mis pensamientos se pierden tan rápido como aparecen –adónde irán a parar-. La miro, muevo la boca pero no me salen las palabras -qué ridículo-, vuelvo la mirada hacia la barra. Entonces me dice:

- El otro día te pasaste, podías haberlo dejao seco.

- No creo, tenía la cabeza muy dura.

- No necesito que me defiendan.

- Lo sé.

- Bueno, me voy. Adiós, Charly.-No sé por qué pero no contesto.

Se va sin más, desaparece como todo lo bueno que hubo en mi vida. Me voy yo también.

- Hasta luego, José. A sido un placer –me despido.

- Hasta otra, Charly –me contesta mientras seca uno de mis vasos recién enjuagado.

Antes de salir por la puerta reconozco la canción que suena: Ese día piensa en mí, de Los Suaves. Curiosa casualidad. Como si todo estuviera predestinado. Sucio conciliábulo de los dioses, los cuales vuelven a mear…, y además con fuerza. (…) Vadeo cuanto puedo, mis zapatos casi desconchados no impiden la invasión líquida; busco los tejadillos; salto y frunzo el ceño; pero sin prisa, no puedo dejar de pensar…

En ocasiones he pensado en suicidarme, pero mi arma es muy vieja y tengo miedo a que se encasquille: me sería imposible tener tal valor más de una vez, y menos, consecutiva. Después de un fracaso, viene otro fracaso… También he considerado hacerme con drogas fuertes, prepararme un spid bol*5 e inoculármelo: seguro que la palmaría feliz, pero repito lo de antes…

El amor siempre supera en fortaleza e intensidad a la misma muerte debido a que el misterioso dominio que ejerce sobre la mente humana es infinito, escribió Salomón ingenuamente; ambas son inevitables e irremisibles, pero una es la apoteosis, la luz, y la otra la oscuridad, por lo que no se pueden comparar sin haber caído en ambas. (…) ¿Me salvaré? No lo creo, en ambas estoy condenado. Aunque apelando a lo que “se dice” de que, tanto a la muerte como al amor, no les gusta que se lo pongan fácil, yo en el amor estoy salvado y en la muerte estoy perdido, a no ser que el levítico rey tenga razón.

(…)

Debería adquirir la actitud del hombre congelado que profesaba Bukowski, así sería libre de sentir nada; entonces sería invencible… Llevo algo de ventaja, ya que hay muchas cosas que se me escapan y de las que soy incapaz de emocionarme. Bah, da igual. Qué más me da (!).

El camino a casa es duro. Mi mente no funciona; eso que no paro de forzarla para que organice lo referente al caso que ocupa parcialmente mi tiempo. Y aunque funcionara no tengo todo lo que necesito para entenderlo. Sin el porqué del crimen no puedo saber el quién, o… igual sí. Puede que tenga más fácil saber el quién que el porqué, debido, sobre todo, a la falta de indicios de un móvil patente y comprensible, así como a una cuestionable falta de memoria y una escasa transmisión de datos esclarecedores. Por tanto, sólo dispongo del cómo, que no es poco, y, posiblemente, del quién –aunque por intuición más que por otra cosa-. Voy a tientas por caminos tortuosos; aunque no disponga de vista, dispongo de otros sentidos, que se aguzan por la falta de su compañero sensorial.

Llego a casa exánime, el estómago me cruje y la cabeza me estalla. No voy a volver a cavilar borracho, me sobreexpongo al esfuerzo y sufro. Además ya estoy cerca…, se acaba el tiempo, no hace falta pensar, sólo actuar. (…)

Mañana será otro día. Mañana liquido.

(…)

(…)

No puedo dormir. Estoy recto, estirado en decúbito supino en el centro de la cama, haciéndome a lo que me va a tocar bajo tierra… Me viene a la mente, a razón de mi posición, que no actitud, de hombre congelado, una conversación del poeta de marras con la muerte –me subyugó, quizá porque mi angustia se vio reflejada en la suya-:

“…¡necesitas amor, necesitas amor, y al final te alcanzará el amor, amigo mío!”

“¿me alcanzará al Final?”

“Muerte Grande y Severa, sí”

Disipar la tristeza era la consigna.

(…)

Escrito y pergeñado por D.C.O

Narrado por C.G.S




1* Título de la segunda parte de El libro de los amores ridículos, del autor checo Milan Kundera. Dicho relato es el menos superficial y ridículo ya que persigue un ideal sincero, aunque se las trae…

2* Energía vital.

3* Onomatopeya referente al sonido del viento que pretende destacar el lirismo que siente el protagonista al ver a su amada.

4* Hormona relacionada con los patrones sexuales y con las conductas maternal y paternal que actúa también como neurotransmisor en el cerebro. En este caso el interlocutor la entiende como la hormona de la intimidad, que, como la denominación indica, provoca, entre sus muchas funciones, ese interés humano por la vida ajena.

5* Disolución compuesta de mitad heroína y mitad cocaína, destinada a inyectarse mediante una aguja hipodérmica.