13 de enero de 2009

Invocaciones disonantes

oh, Velocípedo, si mi inteligencia discursiva o dianoia fuera capaz de albergar algún día tal lógica como la razón del arlanzón y sus aguas, que nunca se confunden, sino que son confundidas, res gestae del hombre, gran depredador... Si la lonxa de peixes estuviera vacía, y esos pescadores cuyas barcas están repletas de humus, humo y homo por doquier, que libres de toda culpa sufrirían los agravios de sus compatriotas, de los humanos, mirasen la mar con lágrimas saladas en los ojos... Si el viaje de los comediantes fuese infinito, y todas las curiosidades de nuestro omnipresente planeta, realidad y ficción, hubieran visto; y la res gestae sin contaminar, de la creatividad, de la heurística, tuviese sus días contados... Ay, si los crímenes con historia se convirtieran en historia de crímenes a troche y moche, y resurgiese el folletín negro, recién salido del baptisterio, con truculentas historias que hacen de la vida y muerte un juego... Si la cultura rock fuese un movimiento imperecedero, que todo lo puede y todo lo auna, con ensordecedoras evoluciones o canciones de cuna cósmica que arropen al niño de hospicio o inclusa... Si esos teatrópodos y otros bichos de farándula, comediógrafos y afines para más señas, vislumbraran un amanecer despejado, y el Siglo de Oro volviera a reinar, como dueño y señor bailando un hulahop sin comicidad alguna... Si la res gestae fuese una ilusión, una homeóstasis de la vorágine, el gelatinobromuro de plata con el que alguien plasma sus ociosos designios divinos, y los aeronautas oníricos estuviesen de capa caída, sin historia, sociedad y drogas que les levante la cabeza... Si sentir y soñar fuese poesía, y todos los días efemérides de un gran poema, que no elegía, sobre el que recostarnos, recordar y sonreír, sin tempestades distantes y desesperada saudade...

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