24 de mayo de 2008

Una historia del Mediterráneo

Estamos a principios de los años noventa, tras hojear unos recortes de periódico acerca de la muerte de Pasolini, recorremos en Vespa la maltrecha llanura litoral de Ostia. Al fondo aparece el mar. Es una carretera apenas asfaltada salpicada de coches y basura. El estilo de las casas se adecúa a la perfección al caótico urbanismo de la costa italiana. En un descampado, entre un campo de fútbol devorado por vegetación lacia y amarillenta y unas verjas metálicas hay algo que otrora, quizá, fue una estatua. La cámara se acerca, la abraza. Allí murió P. Paolo Pasolini, asesinado tras recibir una brutal paliza y ser atropellado por su amante Piero Pelosi; o, según se dice, fruto de una conspiración política llevada a cabo por miembros del poder, temerosos de la capacidad de influencia de ciertos intelectuales de izquierdas.

Nanni Moretti nos traslada por momentos a 1975 -al final de la primera parte de este lírico e introspectivo, cercano al documental, ejercicio de cine que es Caro Diario (1993)-. Recupera una historia extraña. Recupera una historia que se sumerge en la convulsa andadura de la democracia y de la sociedad italiana durante las últimas décadas del siglo XX, sobre la cual han volcado su mirada multitud de cineastas del país transalpino. Uno de ellos, Marco T. Giordana ha querido utilizar el título de uno de los libros de poemas de Pasolini, La Mejor Juventud, como nombre para la película -realizada en el 2003- que mejor refleja el interés por las transformaciones y vivencias desarrolladas en este período.

Los años ’50 y ’60 en Italia son los años del “milagro económico”. Roma se muestra más sugerente que nunca al mundo; la escena de Anita Ekberg empapada, de noche, en la Fontana di Trevi (Dolce Vita, de Federico Fellini, 1960) es fiel muestra de ello. La burguesía, vacía ideológicamente, anquilosada en la omnipresencia del catolicismo-liberal de la D.C. (Democracia Cristiana), disfruta de los placeres que la vida ofrece. El crecimiento del país, bajo la hégira de Estados Unidos, es inaudito; sin embargo, éste no fue acompañado de las necesarias reformas sociales, pendientes tras la Segunda Guerra Mundial, lo cual no hizo sino ahondar en las diferencias entre el norte y el sur, que llegan hasta nuestros días. Vento di Terra de V. Marra (2004) muestra, a través de la dramática historia de un joven, esa inclemente y desestructurada ciudad que es la Nápoles del siglo XXI.

Los jornaleros sin tierras de la Campania, la Apulia o Sicilia se trasladan masivamente a las zonas industriales del V. del Poo, la Lombardía o Piamonte. Turín (sede de la FIAT Mirafiori, que en 1968 llegó a poseer una población obrera de 60.000 personas) acoge a los inmigrantes del Sur con recelo: apenas entienden su dialecto, muchos son analfabetos, son pobres, etc. Sobre estas líneas se desarrolla la película de Gianni Amelio, Cosí Ridevano (1998), en torno a la historia de dos hermanos emigrados de Sicilia: “… en los carteles pone, ‘se alquila piso’… pero no para los del Sur…” En Milán la situación es parecida, las gentes llegadas en busca de trabajo se agrupan en los barrios de chabolas de las afueras, los “coree” -cuyo auge parece describir ya Vittorio di Sica, en 1950, en Milagro en Milán, una de las cumbres del neorrealismo italiano-. Son los “terroni”, los paletos, llegados del Sur.

La decisión de abandonar sus hogares no está exenta de motivos. En un pequeño pueblo de pescadores de los años cincuenta, a orillas del Tirreno, un hombre ya mayor, hastiado y cansado, (Alfredo), le espeta a su joven amigo (Totó): “vete y no vuelvas jamás”; la escena es parte de la entrañable obra de G. Tornatore, Cinema Paradiso. La “renta per capita” es tres, cuatro, o, incluso, cinco veces inferior a la de las regiones industriales del Norte. La “Cosa Nostra” está empezando a reorganizar su poder en Sicilia gracias, entre otros, al apoyo americano en la Segunda Guerra Mundial o la revitalización del tráfico de heroína (la Conexión Francesa), y junto con los grandes latifundistas cortan cualquier posible tipo de asociacionismo obrero. Todavía ciertas zonas rurales de Calabria o Cerdeña se amparan en las más ancestrales y autoritarias formas de organización social. El tirano, el padre, interpretado magistralmente por Antonutti en Padre Padrone (1977), de los hermanos Taviani, puede recordarnos este tipo de sociedades campesinas pobres y aisladas.

Poco a poco, a medida que avanza la década de los sesenta, se observa un proceso de cambios profundos que provocarán la inversión de este proceso expansivo. Este ambiente es el contexto en el que se entiende la película de 1972 La classe operaia va in Paradiso, de Ellio Petri. Se consolida un nuevo modelo de capitalismo, impersonal -en su dirección y sus trabajadores, “el obrero masa” frente al obrero cualificado-, que sustituye al “capitalismo paternalista”, prototipo de las empresas textiles de la Emilia-Romagna. La desaceleración económica, el Mayo francés del ´68 y la participación estudiantil en los conflictos obreros, los cuales generalmente, son impulsados al margen de los sindicatos, provocan una serie de manifestaciones, paros, etc, que desembocarán muchas veces en enfrentamientos con la policía; como ocurre en el Otoño Caliente de 1969, motivado por la apertura de 40.000 expedientes de regulación de empleo por parte de la FIAT durante la huelga de uno de sus talleres.

En este punto, es donde se inicia La Mejor Juventud, que a través, de las vicisitudes de una familia italiana acomodada recorre las últimas décadas de la historia del país -parece querer poner punto y final a la magnífica Novecento de Bertolucci (1977), que recorre la primera mitad del siglo XX-. La película de Giordana se exhibe como un hermoso mural histórico y emocional, perfectamente decorado y equilibrado, retrato de la vida de dos hermanos cuyo paisaje de fondo son los hechos más determinantes de la historia contemporánea italiana. Uno de ellos, Nicola, recoge el espíritu crítico y renovador de las generaciones protagonistas de la Nueva Izquierda italiana. En 1966 aparece como voluntario en las inundaciones de Florencia; en 1969, se le ve en Turín en los disturbios que abrieron el camino de la tumultuosa década de 1970, “Los Años de Plomo”, fruto de la crisis general del sistema y el ascenso de la violencia. En esta época descubre el poder devastador del terrorismo de extrema izquierda (Brigadas Rojas) y de extrema derecha (cuyo oscuro origen nos remonta al interés de EE.UU. -operación Gladio- en mantener alejados a los comunistas del poder, es una fuerza desestabilizadora que posee el consentimiento del estado, “la estrategia de la tensión”). El primero, tratado por este mismo director en otra película, Maledetti, vi amerò (1979) -según la RAI “un retrato de la generación del 68 a medio camino entre terrorismo y desilusión”-, culmina en el asesinato del presidente democristiano Aldo Moro, partidario de negociar con el partido comunista. Buenos días, noche (2003) de Marco Bellocchio nos acerca de forma apasionante a este dramático suceso que conmocionó a Italia. Por su parte, el “terrorismo negro o fascista” deja, tras una década de bombas anónimas e indiscriminadas, un reguero final de sangre de 80 muertos en la estación central de trenes de Bolonia en 1980.




Los ’80 comienzan -donde finaliza la primera parte de La Mejor Juventud- con la regulación de empleo de 23.000 obreros de la FIAT. Es el final de los movimientos de la izquierda extraparlamentaria, tema tan recurrente en la reflexiva obra de Nanni Moretti. Buen ejemplo de ello son Pallombella Rossa (1989) o Aprile (1996), relato en el que se cuestiona acerca de su propia obra como director, su sueño: hacer un musical de un panadero trotskista en la Rusia estalinista.

Los ochenta están marcados por la continuidad de la inestabilidad política, la recuperación económica y con ella la omnipresencia de la mafia en el sur del país y sus relaciones con la política, el fin de los movimientos obreros a gran escala y la corrupción administrativa e inmobiliaria. Tal situación conduce a una sucesión de gobiernos incapaces de dar solución a los problemas del país, con personajes de dudosa legalidad como Andreotti. A mediados de los noventa es necesario incluso, disolver y reorganizar las instituciones republicanas. Después, la victoria de Silvio Berlusconi a fines de esta década (con su partido “Forza Italia”, homónimo al canto de los aficionados al fútbol italianos) o la utopía xenófoba de U. Bossi, cuya idea es fundar en el norte el estado de Padania, nos han de hacer pensar sobre el omnipresente poder de los grandes medios de comunicación actuales y las enormes fortunas acumuladas, que parecen anular cualquier ejercicio democrático. Sobre esta parte final de la historia de Italia, ahora de actualidad, por la nueva elección de Berlusconi, son significativas las películas, de nuevo de Nanni Moretti, Aprile y El Caimán , Ora o Mai Piu de L. Pellegrinni, que ahonda en la actuación policial durante la cumbre del G-8 de Génova en el año 2001 o finalmente, la segunda parte de La mejor Juventud.

El pasado de esta entidad, a veces más bien exclusivamente imaginaria, llamada Italia, ha sido fuente inagotable de inspiración para el cine italiano. ¿Por qué italiano? Por cercanía o incomprensión, más que pasión o nacionalismo. Directores atormentados ante una realidad que roza el surrealismo. “1945, un navío de la armada inglesa se acerca al puerto de una pequeña isla griega del Egeo. Se dirige a recoger y devolver a su patria a unos cuantos soldados italianos que la habían tomado hacía unos años. Allí, se habían dedicado simplemente a disfrutar de la vida. Cuando se dirigen hacia el navío inglés, se habla de que “hay que reconstruir Italia”, “volver a empezar”. Uno de ellos decide permanecer en aquel pueblecito de pescadores, abandona a sus compañeros y ve alejarse al barco en el horizonte, desde el muelle”. Mediterráneo (1991) de Gabriele Salvatore, está dedicada a todos los que huyen. A todos los que se alejan de esa turbia historia que es la Italia de finales del siglo XX. Una turbia historia estrechamente ligada al cine.

Texto:D.D.M.
Ilustración:D.B.P.

1 comentario:

velocípedo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.