23 de mayo de 2008

El efecto Pigmalión

La vida social en nuestro tiempo es muy compleja. Nos relacionamos cotidianamente siguiendo diferentes roles impuestos por la sociedad. Los roles son formas de comportamiento que se esperan de nosotros y por tanto, sobre ellos influyen directamente las expectativas que tengan los demás sobre nosotros. Esto, que puede ser beneficioso y adaptativo en algunas circunstancias, también puede ser fatal si el rol que nos es impuesto es negativo (oveja negra, pesado, “lento”, etc) ya que puede hacer que nosotros mismos nos cerremos las puertas de ciertos campos en el futuro, siendo el más claro ejemplo de esta situación la célebre frase: “yo no valgo para eso”.

El tema de la influencia de las expectativas de los demás en nuestra vida fue tratado en profundidad a partir de finales de los años sesenta cuando un profesor universitario observó que sus expectativas acerca de la realización de una tarea en un experimento afectaban directamente en el resultado de éste, o lo que es lo mismo, que lo que esperaba de los sujetos experimentales afectaba en la eficacia de éstos. Sirvan como ejemplo los siguientes experimentos:

1- Se dijo al maestro de un taller que algunos de sus alumnos mostraban aptitudes excepcionales para la soldadura. Este grupo fue elegido al azar y ellos no sabían que habían sido escogidos como destacados. Los alumnos de este grupo faltaron menos a clase, aprendieron los conceptos básicos en la mitad de tiempo con respecto a sus compañeros y obtuvieron mejores puntuaciones en un test global de soldadura.

2- Se identificó por medio de cuestionarios a un grupo de profesores que opinaban que los niñas aprendían a leer antes que las niños, a otro que opinaba lo contrario y a un último neutral, todos con varios años de experiencia docente. Seis meses después se midió el grado de madurez lectora alcanzado por los alumnos de estos profesores. Con los profesores neutrales los niños y las niñas tenían el mismo nivel de lectura, con los profesores que pensaban que las niñas aprendían a leer antes que los niños éstas tenían un nivel de lectura más alto y al contrario ocurría si el profesor pensaba que los que aprendían antes eran los niños.

Experimentos como estos se realizaron de forma casi masiva llegando a demostrarse correlación entre el atractivo físico o la calidad de las prendas de ropa y la estimación de inteligencia por parte de los profesores. Cabe señalar que el modo en el que expresamos nuestras expectativas es, prácticamente en su totalidad, no verbal e inconsciente.

La influencia de las expectativas de los demás es omnipresente en el ámbito escolar y es aquí donde se han volcado los estudios sobre el Efecto Pigmalión. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la influencia de las expectativas de los demás está presente en la vida cotidiana de todos: lo que esperan de nosotros nuestros padres, compañeros, grupo de amigos…; es fundamental y determinante en momentos en los que nuestro autoconcepto está en proceso de cambio o está particularmente mermado. El efecto más importante de esto se da en la infancia y la adolescencia, pudiendo ser en este período de “despertar social” especialmente devastadoras las expectativas negativas. Se debe tener también en cuenta que las expectativas desmesuradas, aunque sean positivas, suelen ser perjudiciales. Es fácil imaginar la ansiedad que genera poder defraudar a alguien que había depositado su confianza en nosotros, o no conseguir lo que se esperaba de nosotros.

Además de todo esto, opino que el Efecto Pigmalión puede jugar un papel importante en el mantenimiento de las diferencias entre grupos sociales y en la dínamica social ya que, aunque en los últimos tiempos se nos venda la idea de que la vida ideal es la de los famosos de Hollywood y que podemos ser como ellos si compramos ciertos productos (lo cual también conlleva la expectativa de que tengamos este tipo de éxito en la vida; y así se alimenta al sistema), ha sido más evidente el efecto de las expectativas ajenas en el mantenimiento de diferencias sociales más tradicionales, ya que lo que se esperaba de alguien como miembro de un grupo (obreros, negros, mujeres, etc) determinaba, aunque con la participación de otros factores, su futuro.

J.J.Alonso

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