23 de mayo de 2008

GINKGo. Supervivencia.

Nos vamos a China para encontrar a los ginkgos que han sobrevivido a 300 millones de años de evolución. Hay que decir que si en vida del señor Darwin se hubiera encontrado algún fósil con la hoja del ginkgo estampada en una piedra, ahora quizás seríamos Creacionistas, e iríamos por ahí pensando que Matusalem es el abuelo ese cuyos dientes aparecieron en Atapuerca (seguramente después de caérseles al intentar hincar el diente a una hamburguesa reseca, cultura gringa ya puestos).
Pero no nos desviemos porque hemos ido a China a encontrar alguno de estos ginkgos de hasta 1800 años y 60 metros de altura. Su longevidad viene dada por la resistencia que presenta a muchas enfermedades, sequía, fuego… seguramente por la experiencia acumulada en sus genes a lo largo de tanto tiempo.
Y por estas cualidades se le hizo sagrado tanto en China como en Japón, cultivándose en templos y santuarios. Y con un templo japonés llegamos a explicar dónde reside la dignidad de su nombre. Los cuatro ginkgos de Hiroshima repartidos entre los templos de la ciudad fueron también testigos de cómo ardía una ciudad entera en un solo segundo, pero a diferencia de sus habitantes humanos, sobrevivieron. A menudo nos acordamos del Holocausto, de las purgas soviéticas, o de los bombardeos de Dresde como vergüenzas de la segunda guerra mundial y en cambio nadie da la importancia necesaria a las 150.000 personas muertas en sólo cinco segundos, y hasta 450.000 en los días siguientes debido a la radiacción. Los únicos (y un único edificio) que sobrevivieron en los 3km desde el epicentro fueron los ginkgos, que aún quemados y abatidos por el viento y el fuego rebrotaron al siguiente año. Tantos millones de años de evolución les habían preparado para todo tipo de radiacción, lluvia ácida, gases tóxicos, oxidación y quemaduras.
Muchos seguirán ignorando la infamia de cierto país que decide achicharrar a medio millón de personas más por probar su juguetito que para finiquitar una guerra ya consumida; la inconsciencia del principal promotor del uso militar de la reacción atómica, un Nobel de física llamado Albert Einstein (esto da para mucho juego: Nobel inventor de la dinamita premia a Einstein inventor de la bomba atómica, ambos al parecer arrepentidos de sus inventos); y finalmente el imperdonable olvido a las víctimas japonesas.
Pasarán muchos siglos de vida para esos ginkgos de Hiroshima, y desde su naturaleza discreta y silenciosa seguirán recordando a todo aquel que respetuosamente se acerque a visitarlos, cómo ellos han sido los únicos seres vivos capaces de sobrevivir a la estupidez humana.

Jaime Gaona

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