23 de mayo de 2008

Tokio Blues ("Norwegian Wood") de Haruki Murakami

Terminé de leer Tokio Blues un día a las 5:30 de la madrugada. Al finalizarlo lo único que me apetecía era escupir en un papel todas las sensaciones que me había removido por dentro. Pero pensé que ya era suficientemente tarde y lo dejé para el día siguiente. Al despertarme, sólo pude pensar en Naoko.

Naoko es la compleja y caótica novia de Toru Watanabe, protagonista de la obra. La historia comienza cuando Watanabe aterriza en un aeropuerto alemán y al oír la canción de Los Beatles Norwegian Word se teletransporta mentalmente a los años de su juventud recordando con nostalgia a la misteriosa Naoko. Su relación sentimental con ella estaba marcada por el suicidio de su mejor amigo, y por aquel entonces novio de Naoko. El triángulo de amistad y amor que formaban se rompió y se quedaron solos en un mundo en el que sentían extrañeza, muriendo también ellos un poco por dentro. Bajo estas circunstancias, llegado el día, el caos emocional y psicológico de ella estalla y se distancian, quedando Watanabe en la incertidumbre de no saber si esperar a Naoko o seguir experimentando con Midori (verde en japonés), chica desenfadada e irreverente que aparece en su vida para hacerla más soportable.

Así pues, Tokio Blues narra con gran belleza melancólica y sencillez el paso a la vida adulta de Watanabe, encontrando por el camino el desengaño y deslumbramiento en el sexo, el amor y la muerte, explorando en los abismos de la complejidad de las relaciones personales. Su protagonista es un chico solitario que se mantiene ajeno a sus compañeros de residencia universitaria, refugiándose en su mundo interior de libros, discos y chicas complicadas.

Alejado de todo su entorno universitario, harto de escuchar siempre los mismos discursos y mismos eslóganes entre el movimiento contestatario estudiantil llega a afirmar que “su enemigo no es el Estado, sino la falta de imaginación”. Y no es que se trate de un reaccionario, pues también veía absurda la izada de bandera que se producía en el patio todas las mañanas, sino más bien de un individualista ajeno al mundo que se mueve a su alrededor.

Murakami nos describe una moderna Tokio de los años 70, en la que las escenas eróticas son narradas con gran naturalidad y belleza, impregnadas con la dulzura de lo que pasa porque tiene que pasar. Los hechos podrían transcurrir perfectamente en cualquier ciudad europea, ya que el autor se aleja de la visión del Japón clásico, en un Tokio ya metido en la modernidad.

Otro tema que ronda por todo el libro es el de la muerte. Y es que en Tokio Blues, muchos de los personajes se rompen en algún momento, su cabeza hace crack como vía de escape a una situación vital que ya no es sostenible. Y tras esto sólo les queda el sanatorio, la nada, o empezar de cero para los más fuertes, con las cicatrices de lo que se deja atrás.

Algo que envuelve toda la obra son las canciones. Muchas de las situaciones narradas están acompañadas de un tocadiscos reproduciendo a John Coltrane, Rolling Stones, Bee Gees, Miles Davis… o una voz y una guitarra cantando el Norwegian Wood (“Una vez tuve a una chica o tal vez ella me tuvo a mí”) de Los Beatles (entre muchas otras del cuarteto de Liverpool), piezas de Bach, etc., marcando esos instantes de forma que pueden ser recordados años después al volver a escuchar una de esas melodías. Una banda sonora para cada momento vital, la magia de las canciones reflejadas en una forma de narrar opiácea y adictiva.

Otra de las cosas muy presentes en la novela son las referencias a los clásicos de la literatura que forman parte del amplio mundo cultural de algunos de los personajes. Así podemos ver menciones a La Montaña Mágica, El Guardián Entre El Centeno, Guerra y Paz o comentarios sobre los grandísimos Hermann Hesse, Boris Vian, Dickens, Dante y muchos otros, para hacer las delicias de los más ilustrados.

Todo esto forma el universo Murakami, universo en el que los inestables protagonistas interactúan entre sí, jugueteando con la vida, la muerte y la cordura, en un camino con banda sonora en el que tendrán que sobrevivir al sexo, al amor, a la amistad y a sí mismos. Como dirían The Raveonettes “Love Can Destroy”.

Kaliayev

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