La noche es fría y cerrada. Las calles desiertas invitan a la reflexión, no como algo rutinario, sino como algo desesperado, íntimo. El silencio inunda cada resquicio con su soterrado y mudo grito. La humedad hiela los huesos. Otoño, barrio obrero. De repente, aparecen en escena dos trabajadores del polígono industrial anejo, suponemos, de camino a casa. Escuchemos fisgonamente:
- ¿Qué vamos a hacer ahora Juan? –dice el más joven con acento atribulado.
- Yo entrar en casa, dar un beso a mi mujer, beberme una cerveza e irme a dormir.
Los hombres se separan despidiéndose con un gesto desganado. El más joven se va hecho polvo, desamparado como la noche.
- ¿Qué vamos a hacer ahora Juan? –dice el más joven con acento atribulado.
- Yo entrar en casa, dar un beso a mi mujer, beberme una cerveza e irme a dormir.
Los hombres se separan despidiéndose con un gesto desganado. El más joven se va hecho polvo, desamparado como la noche.
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