Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (7ª Parte)
Camino despacio… La Rúa de República Arxentina está casi vacía. En el atrio de la igrexa San Fernando encuentro un cortejo fúnebre que difícilmente me dejará pasar; intento abrirme paso torpemente, resisto a la inercia del rebaño, pero acabo cambiándome de acera. Sigo andando... Mi mirada se cruza con la suya, se atenaza en sus pupilas, sentimos miedo, no sé por qué, más ella; sin dejar de mirarme se adentra en su tienda y oigo como cierra el pestillo. ¿Qué le sucederá? Miro el letrero de su establecimiento: Esoterismo.La claridad religiosa no debe ser lo suyo. Por la tipografía del cartel -en vivos colores representadores- y su tez morena... debe ser brasileña, pueblo de gran espiritualidad. Por qué la habré asustado (?). Quizá "huela" a sangre... Debería asustame...; menos mal que carezco de sensibilidad y sentimientos...
Sigo andando por la Rúa das Orfas; me encantan estas calles (!). Igual la “providencia” ha hecho que encontrara a esa santera: ha puesto cara de saber más que yo. Si esto sigue mucho en estado de latencia habrá que hacerla una visita… De momento lo mejor será desconectar un poco, estoy cansado y las pistas no llevan a ningún sitio, lo más que pueden ocasionar es confusión.
En la Plaza de Algalia de Abaixo me adentro en el Malas Pécoras. No está Ahmed.
- Oye, André, ¿has visto a Ahmed? –le pregunto al barman.
- Hoy no ha venido por aquí, Charly.
- Gracias… Hasta luego.
- Tómate una, ¿no?
- Bueno, venga. Ponme una pinta.-André tira genial las cañas. Además le gusta parlar.
- ¿Qué tal el día?
- Movidito.
- ¿Has oído eso de que hay un asesino suelto en el camino?
- Siempre hay asesinos sueltos en el camino.
- Ya, pero esta vez está apostado en Sahagún.
- Venga, no jodas, y no le han pillado o qué (?).
- No, macho.
- Me da igual, todo lo que pase fuera no me interesa.
- Haces bien, aquí ya tenemos bastante. Como el asesino de Conxo… Si estuviéramos en Estados Unidos estaría ya en el corredor de la muerte.
- Quizá allí fuera un héroe.
- No sé… Oye, Charly, tú no sabrás nada del tema, ¿verdad?
- Yo nunca sé nada; el nihilismo, o la ignorancia inmanente
-incluida, por supuesto, la de los putos “intelectuales”-, excusan y aguzan todo despropósito y necedad del género humano, por tanto, me da igual saber o no saber, me da igual hacer o no hacer, me da igual existir o no existir…
- Vale tío, no hacía falta que te pusieras así. (Pedante de mierda…)
- Qué dices André (?)… Que te jodan, era sólo una broma.-Yo que lo hacia para cortar el rollo a este correveidile…
Salgo de ese antro y me voy a casa. (…)
Llego cansado, tanto que no tengo ni hambre. Doy dos aldabazos en la puerta de mi vecino del tercero. No hay nadie, me vuelvo… De repente abre.
- ¿Qué quieres Charly?, estoy ocupado –me comenta Ahmed.
- Mira a ver si tienes un par de gramos.-Se da la vuelta, atraviesa las cortinas de su habitación. Me asomo un poco por la puerta…
- De lo de siempre –me grita.
- Sí.-En la sala de estar tiene dos morenas de infarto en el jergón árabe. Están más desnudas que vestidas, y muy colocadas… Yo no sé cómo lo hacen los musulmanes… Sale súbitamente, sorprendiendo a mi curiosidad…-Sonríe.
- Toma Charly…
- Gracias, Ahmed.
- Son amigas, si no te hubiera dado un toque para que te echaras la siesta con nosotros.
- Da igual. Oye, no te importa si…
- Tranqui, te lo apunto.
Arribo a casa…, por fin. El reloj marca las 9.06. Dejo mis vestimentas prescindibles en el perchero del despacho; los zapatos, tirados en el suelo. Me dirijo al dormitorio por el corto pasillo perpendicular a la entrada, en él tengo otra acuarela marinera: la señora casera me alquiló la casa más o menos amueblada. Dejo la cocina a la izquierda y llego. Mi alcoba es pequeña y sencilla, tiene una cama, un ropero, una cómoda bajo llave con su lámpara y la huella de la cruz que tiré por la ventana, o sea, un vacío existencial y material para los muebles, que no para mí, junto a la pared frente a la puerta; un tocadiscos sobre una pequeña estantería con mis discos dilectos frente a la cama, a la izquierda de la puerta; un “sillón-cama” al lado de la ventana de guillotina, en la otra vertiente en relación al pasillo y a los vecinos, cuyos pisos dan a otra calle –mi ventana saluda a Casas Reales-; y el baño aledaño, cuya puerta es simétrica respecto a la de entrada, a la izquierda de ésta.
Me apoltrono cómodamente y miro el frontispicio del edificio de enfrente a través de la ventana… El apartamento –si se le puede llamar así- que habito es demasiado viejo para seguir en pie: un récord de resistencia. Su sólida construcción debió de ser toda una proeza para aquellos años, pero ahora ha alcanzado el cenit de su decrepitud. Las paredes muestran largas grietas que forman extraños ríos cargados de soledad: todos ellos desembocan en lagunas de lágrimas que cuando se secan dejan el rastro cáustico y rojizo de la desesperanza. La casera metida a enfermera, que no a médica, le ha suministrado tiritas en forma de puntales.
Isolda, que así se llama la casera, es una mujer vieja, aunque las arrugas que surcan su rostro le dan aspecto de escultura posmodernista. En sus años jóvenes debió de ser una consolidada actriz de teatro: en su casa tiene varios afiches de sus obras, y claramente tenía una belleza especial, esa belleza que desprenden las chicas de los años 50, como Audrey Hepburn o Sofia Loren, bellezas con letras mayúsculas. La imagen que más me gusta de su colección es una ilustración cercanamente secesionista*, a pesar de la época, en la que aparece declamándole al viento; realmente me cautivo…
Dejo las divagaciones y me siento sobre la cama, abro el cajón de la cómoda, vacío mis bolsillos en él y saco las herramientas para el trabajo…; me hago el canuto y me dirijo al tocadiscos, lo enciendo, dejo que suene el dueño y representante actual de mi estado musical y anímico respectivamente. Suena Liszt (la symphonic poem nº2, tasso, lamento e trionfo), me enciendo el porrillo, me recuesto en el poltrón, y… (sobran descripciones cuando la sensación es inenarrable)
(…)
*Se refiere al estilo artístico correspondiente al Art Nouveau.
Escrito y pergeñado por: D.C.O.
Narrado por: C.G.S.
19 de febrero de 2009
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