16 de enero de 2009

"Una infancia traumática"

Esta vez, de nuevo, nos encontramos con un nombre muy conocido en la historia del crimen: el “Estrangulador de Boston”. Puede que el nombre resulte conocido por la película de 1968 con el mismo nombre, y que estaba basada en los hechos ocurridos tan sólo unos años antes en Boston, entre junio de 1962 y enero de 1964. En esta ocasión sí que conocemos
-oficialmente, porque en la actualidad se discute si realmente fue él- la identidad del autor de los crímenes: Albert de Salvo.

Albert de Salvo no aparentaba ser un asesino en serie, pues era un esposo y padre modelo de dos hijos, pero su pasado le pesaba demasiado. Su padre le había maltratado física y psicológicamente durante años, y probablemente a causa de ello había desarrollado un trastorno de personalidad doble que le permitía evadirse de la realidad en momentos críticos para él. Esto hacía que en los momentos de los asesinatos no fuese “él” el que actuase, sino su otra personalidad. Pero esto solo no justificaba sus instintos asesinos, por lo que la causa ha de buscarse por otra parte. Después de dejar la casa de su padre y de ser vendida a un granjero (!!), decidió alistarse en el ejército. Allí pasó varios años, durante los cuales se casó y tuvo una hija. Después fue expulsado, al parecer por abusar de una compañera; esto fue en 1956. Conque ya vamos disponiendo de datos para analizar su conducta violenta: según dijo después de cometer los crímenes (13 en total), él odiaba a su mujer, por lo que puede ser que descargase su ira contra ella asesinando a otras mujeres.

Todo esto, nos permite comprender mejor el modus operandi del asesino. Las primeras víctimas fueron mujeres de avanzada edad. De Salvo entraba en sus casas sin necesidad de forzar puertas ni ventanas, con la excusa de ser el fontanero, el técnico del gas, o similar. Una vez dentro, usaba cualquier objeto que estuviese a mano para estrangular a la incauta señora (la primera de ellas con el cinturón de su propia bata). Esto iba acompañado de golpes de diversa índole, y, normalmente, también las agredía sexualmente. La policía, entonces, se encontraba el cadáver en su propia casa, sin signos de haberse forzado cerraduras, y con grandes destrozos tanto en las propias víctimas como en el resto de la casa. Totalmente desconcertante.

Conforme iba aumentando el número de asesinatos, mayor era la angustia entre la población. Las autoridades aconsejaban, sobre todo a las mujeres, no abrir las puertas cuando fuese de noche y no salir en solitario a la calle. Todo en vano. El asesino campaba a sus anchas por la ciudad y seguían apareciendo nuevas víctimas. La policía detenía vagabundos y otra gente “sospechosa” por toda la urbe. No servía para nada.

El 5 de diciembre del 62 se produce un punto de inflexión. Aparece otro cuerpo, pero no se trata de una anciana, y además tampoco es una mujer blanca. Se trata de Sophie Clark, una mujer de color que tenía 20 años. Habían cambiado los objetivos del criminal, ya nadie estaría tranquilo. Ahora cualquiera podía ser el próximo en caer... Y así fue, el resto de las víctimas fueron mujeres, pero la edad ya no importaba.

Pasaron muchos meses hasta que detuvieron a de Salvo. Y no fue por asesinato, sino simplemente por asalto. En la cárcel confesó los crímenes y fue condenado por ellos a cadena perpetua en 1966. Incluso confesó dos asesinatos de los que la policía ni siquiera tenía noticias. Y sólo dos años después se estrenó la película dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Tony Curtis y Henry Fonda. Murió en la cárcel en 1973, apuñalado por un compañero de celda.

Y ésta es toda la historia de este personaje. Sólo cabe indicar que recientemente se duda sobre la real autoría de los asesinatos, por lo que se van a realizar pruebas de ADN para intentar constatar con veracidad que Albert de Salvo fue realmente el “Estrangulador de Boston”. De no ser así, el verdadero asesino seguiría suelto, a no ser que haya muerto ya. Inquietante, ¿verdad?





Albendea.

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