30 de enero de 2009

Baobab (Adansonia digitata)

A casi todo el mundo le suena el nombre de Baobab, quizás porque sea poso de obligadas lecturas escolares, como El Principito, ese libro tan poco infantil, o quizás porque en alguna revista, programa de televisión o incluso folleto turístico de safaris románticos se le haya retratado o hecho mención. En cualquier caso su figura nos acerca a África. Pero hablar de África no resulta fácil. Primero porque el idioma juega con connotaciones negativas en torno al adjetivo “africano”: ola de calor africana, o con referencias indirectas: trabajar y sudar como un negro, sin olvidar nuestra riqueza expresiva para describir a nuestros vecinos del Magreb. Segundo porque asociamos África a pobreza, guerra, hambre…, imagen promovida desde los medios de comunicación con el fin de remover conciencias, pero que a la larga se está mostrando como favorecedora de la indiferencia. Y tercero, por la imagen bucólica que el mundo occidental (blancos) guarda de la época colonial y de los viajes de exploración y aventura, propagada especialmente por el cine, como en Memorias de África, o a través de eventos deportivos como el Paris-Dakar.

Esta vez nos acercaremos al África Subsahariana por otro camino, el de su naturaleza, y el baobab será nuestro guía a lo largo y ancho del continente. Sorpresa, ¿no? A menudo las fotos que vemos del baobab son de la isla de Madagascar, donde este género arbóreo disfruta de mayor diversidad, pero Saint-Exupery no conoció los baobab de Madagascar, y tampoco lo hicieron “los Livingstone”, aventureros del siglo XIX. Por tanto hemos de olvidar momentáneamente esta foto:


Para hacernos a la idea de que nuestro querido baobab es más parecido a esto:


El baobab ‘Adansonia digitata’ mucho más discreto en su apariencia, seguramente no genere la admiración de la ‘Adansonia grandidieri’ de la primera foto, pero nos acerca bastante más al carácter real de ese mundo subsahariano de Senegal, Mauritania, Mali, Chad, Sudán… tan presente en la conversación de patera y cayuco. Así que para conocer algo sobre el inmigrante que cruza el semáforo a nuestro lado y sobre la tierra que añoran sus ojos, echémosle un ojo al Baobab.

Baobab o Árbol del pan del mono es un árbol de la familia de las bombáceas, familia que incluye otros árboles archiconocidos como la ceiba y el madera de balsa, que sin embargo pocos sabrían ubicar en un mapamundi. El baobab africano tiene copa ancha y abierta, que a menudo servía de reunión para toda la aldea; hojas palmeadas muy ricas en proteínas y minerales, utilizadas con fines medicinales y nutritivos (en vez de sopas de ajo, sopas de hojas de baobab), y aprovechadas cuando caen en la estación seca para alimentar al ganado; tronco de madera esponjosa que absorbe el agua durante las lluvias para garantizar su supervivencia en la estación seca; almacén de 100.000 litros de agua que hincha esos troncos característicos de más 10 metros de diámetro, agujereado como granero, establo, cárcel, parada de autobús...; flores blancas, perfumadas y colgantes, que se abren durante la noche para que las fecunden los murciélagos; fruto parecido a un melón pequeño y peludo, con muchas semillas (baobab en árabe es “bu hibab”: “fruto con muchas semillas”), de las que se extrae aceite o que tostadas sustituyen al café; corteza fibrosa, con la que se confeccionan cuerdas, que se regenera como la del alcornoque; savia con la que se fabrica papel; raíces que se comen como si fueran espárragos; polen mojado como pegamento… Se obtiene tanto de él que es lógico que se considere árbol sagrado, contribuyendo a ello su longevidad de varios milenios. Su apariencia extraña lo ha hecho acreedor de numerosas leyendas africanas, y los exploradores lo consideraban un árbol al revés debido a que las ramas superiores, durante la estación de verano, se asemejan a raíces. Es emblema en Senegal y Madagascar, y en Sudáfrica el premio equivalente a nuestros Príncipe de Asturias es la Orden del Baobab. También resulta fetiche literario como ha quedado reflejado anteriormente, pero esta vez no haré eco de esta obra, sino de la de otro francés: Rene Ferriot, cuya descripción de estos árboles abarca también la de la tierra en que habita:

Los baobabs son árboles vagamente extraños, obscenos, llenos de una enfermedad de espesor, elefantitis fálica. Tormentosos, fijados en sus gestos cortos, sus ramas de fuegos artificiales no iluminan nada más que el abismo de sus troncos cavernosos, donde la fibra se anuda sobre una sequedad terrible, una prodigiosa dureza que fabrica la savia con nada, con una gota de vapor sin existencia. Los baobabs son en la sabana un pretexto, una presencia insólita en un paisaje austero.

Describiendo la presencia del baobab, define sin querer su tierra y su gente. Un África recorrida a lo largo del trópico de cáncer por un sol obsceno, que refleja esa sequedad en los ojos de sus paisanos. Gente atormentada por un futuro corto mientras sueñan con fuegos artificiales europeos. Extraños fuera de su aldea, arrojados primero a una sabana de prodigiosa dureza y luego al abismo del Atlántico, mar con elefantitis, fijado en su capacidad de hacer naufragar las siluetas austeras que se anudan al cayuco. La savia de África se evapora en el Sáhara y se diluye camino de las Canarias, el Estrecho… mientras los países del norte, y no precisamente los mediterráneos (España, Portugal e Italia), siendo los principales responsables de los desmadres derivados del colonialismo, se lavan las manos y adoctrinan sobre las políticas de inmigración, vetan o indultan a dictadores en la ONU, encubren sus intereses promoviendo guerras civiles…

Quizás el baobab que los ingleses veían enfermo, con sus raíces en el aire y sus ramas en el suelo, resulte el reflejo de la enfermedad de los de arriba. El Norte, raíz aérea de todos los conflictos, que chupa los minerales en la estación propicia, y que en tiempos duros, en los que las hojas caen por su propio peso, sigue gastando la savia del continente negro, de su gente, hasta que el tronco inagotable del baobab… se agote.




Jaime Gaona

27 de enero de 2009

La hipocresía del aplauso

Hoy he estado en un ciclo de cortometrajes que organiza la Caja de Burgos. Me han gustado, en su mayoría. Sin embargo ha habido algo que no me ha gustado: los aplausos. Inconsciente y simultáneamente, al aplaudir, pienso en las cosas buenas que proyecta el destinatario de los mismos. ¿En qué pensarán los demás? ¿Pensarán en algo? Sé que algunos sí. Supongo que, como yo, si en la cabeza no fluye nada que excite los nervios, las palmas no baten. Es automático, es una forma de expresión convencional, políglota y coherente. Pero hoy, allí, no he escuchado aplausos sinceros; quizá porque los espurios prevalecían. Curioso, cierto y abominable… Pensarán que por qué me sorprendo, si es algo normal que ocurra eso, si es pura costumbre, como saludar en un portal o, incluso, mirar la calle antes de pasar. No es un lenguaje visual y sonoro, es un adorno; no juzga, vulgariza. Pero de lo que realmente me sorprendo, un poco, sólo –sigo siendo algo ingenuo–, irónicamente, es de lo estúpidos que somos a veces, de las influenciables y maleables conductas que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. La primera información dirigida y desechable la creamos nosotros mismos, ya que las respuestas rápidas son fáciles y precipitadas. Seguimos estelas, como partículas de polvo, con constitución propia, pero manejadas y disgregadas por el viento. Yo muchas veces he hecho lo mismo, lo que todo el mundo hace; es lo más fácil, lo más cómodo para el intelecto; lo que por convención se supone que es mejor; pero, claro, lo que no pensamos es que no es coincidencia, sino que seguimos como corderitos en fila india, no al más listo, sino al que toma la iniciativa. Hoy, sin embargo y paradójicamente, estaba cansado y no he hecho caso ni al ambiente ni al consciente; vamos, que no tenía fuerza para aplaudir y he agotado mis reservas, proporcionalmente, en quien se lo merecía. El primer corto ha sido uno que está o estará nominado a los Oscar, y, entre eso y que egregias predicciones lo daban como ganador, las expectativas sobrevolaban unas altitudes que cómo no vas a aplaudir; nada más acabar el corto, por supuesto. No me ha gustado, que quede claro. El segundo ha sido la hostia, me ha tenido aproximadamente medio minuto, y más en paulatino declive, en un estado de alteración nerviosa increíble; además, la autora (Isabel de Ocampo) estuvo el primer día de ciclo en el coloquio subsiguiente y me pareció fascinante: simpática, sincera, inteligente, modesta, alegre, idealista, ocurrente… La verdad es que no se puede explicar con palabras, ya que por mucha descripción no te haces mejor idea; lo único que puedo decir es que es de esas personas que al poco de conocer ya sientes que el mundo, y con él todos nosotros, es un poco mejor, y eso ya es mucho… Al finalizar dicha reproducción, durante los créditos, nadie aplaudía, y ya tenía la esperanza de que así se quedara, porque era reflejo de que había sido tan bueno que a todo el mundo se le había olvidado aplaudir. Arrobado por los rescoldos de su obra, la gente me despertó con su estruendoso aplauso en la transición entre corto y corto; resucitaron o les resucitaron... El resto, lo normal: risas en el de risas (muy bueno), tristeza en el triste, sorpresa en el sorprendente… y aplausos, cómo no, en todos.


D.C.O.

26 de enero de 2009

-Muerto en vida- (5ª Entrega)

Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (4ª Parte)

El habitáculo es gris, en la pared de la izquierda se encuentra un espejo falso; en el centro, una mesa y dos sillas son la única compañía de Aleixo. Él está justo enfrente, sentado y reclinado en la silla, con la cabeza sobre el pecho y las manos juntas sobre la mesa.

- Hola señor Raxeira, soy Carlos Gutiérrez, detective privado. ¿Puedo hablar con usted?
- Haga lo que quiera.
- Me siento entonces… ¿Qué le ha ocurrido?
- Qué pregunta es esa, parece un abogado de faltas más que otra cosa…, si es alguna cosa.
- No sé, sólo quiero saber cómo está -miento.
- Pues estoy jodido y condenado…
- Sí, eso parece.
- …por un crimen que nunca cometería. ¡Yo no he sido, joder! ¡¿Cómo iba a hacer algo así?! ¡Yo la quería!
- ¿Qué hizo ayer después de llamarla por teléfono?
- Cómo sabe usted eso (?).
- Eso no importa. Conteste, por favor.
- Yo…, eh… Qué quieren de mí…, déjeme en paz, por favor.-Pongo cara de “no me vale esa respuesta”, él empatiza en seguida-. Acabé un trabajo de Administración y salí de casa camino del Hospital Xeral de Galicia. Yo vivo aquí al lado, en la Rúa Virxe da Cerca; fui andando, atravesando el Casco Viejo. No recuerdo más… ¡¡Ya se lo he dicho a sus amigos!! ¡Yo no he matado a nadie!
- ¿A qué hora salió de casa aproximadamente?
- No sé, a las… once y media o algo así. ¡Joder! ¡Déjeme en paz! ¡Yo no he hecho nada! ¡Yo no he matado a nadie! ¡Hacedme caso! Por favor…-Se derrumba sobre la silla con la cabeza entre los brazos y empieza a hacer un ruido extraño, como una especie de ronroneo.

Pasa un rato, lo mejor será irse; no creo que saque nada más de este pobre chaval. Súbitamente se levanta e intenta tirar la mesa, pero está clavada al suelo, coge la silla y la lanza contra mí, no me alcanza, le pido que se tranquilice, hago ademanes intentando transmitir calma, pero nada. Me dirijo a la chitacallando hacia la puerta. Él está muy nervioso, se encuentra de pie a cuatro metros de mí, respira sofocado y me mira fijamente; está desesperado, no es miedo lo que trasmiten sus ojos, sino clemencia. Abren la puerta y me sacan inesperadamente interrumpiendo mis palabras:

- Tranquilo Aleixo, todo se resol…

Afuera me encuentro con el sargento Brañas, mi amigo, y el comisario Ferreira.

- ¿Qué hace usted aquí? –me pregunta Ferreira.
- Recabar información –respondo.
- Esto no es un banco de datos, señor… -Nunca se acuerda de mi nombre este “amable” vejete.
- Gutiérrez, comisario –intercede mi amigo.
- Ya me voy –digo lacónicamente-. Hasta luego.-No hay respuesta.

El día ha cambiado y está lloviendo. Tengo gazuza, ni un chavo en el bolsillo y, si no recuerdo mal, mi frigorífico sólo tiene de comestible unas cuantas telarañas y un tomate, el cual se ha convertido en un experimento científico en elevada fase de putrefacción (por esa causa ni lo toco, a ver qué pasa). Habrá que sacar dinero… ¡Hostias, la cartera! No puede ser…

Vuelvo a casa a por la cartilla, dónde la tendré (?). Después de un buen rato de búsqueda, va y aparece debajo del bidé, no lo entiendo… Voy a la Caixa Galega pero es tarde y está cerrada. ¡Joder, sin un pepito que echarme a la boca no puedo pensar!

Finalmente decido llamar a María, la chica que me ha “contratado” (todavía no le he dicho mis honorarios -nunca me han gustado los momentos difíciles y cargados de emoción para hablar de pelas-). Voy a una cabina, invierto y marco…:

- Sí…-se oye al otro lado de la línea.
- Soy Charly, el detective.
- Ah, sí, ¿Qué ha pasando?
- Muchas cosas, si quieres te las cuento comiendo.
- Ya he comido.
- Es que… yo no.
- Am…, y (?).
- Verás, es que ayer me robaron la cartera, los bancos me han cerrado y no tengo dinero.
- Ah…, si quieres te puedo invitar a comer.
- ¡Genial!
- Lo que pasa que vivo un poco lejos.
- Da igual, ¿Dónde?
- En la Rúa Santa Marta de Arriba, nº2, 7ºD. Está en dirección…
- Tranquila, ya sé donde está. Ahora estoy allí. ¡Ah!, y gracias.
- Nada, hasta ahora.

(…)


Escrito y pergeñado por: D.C.O.
Narrado por: C.G.S.

25 de enero de 2009

Puerta por abrir


La primera vez que soñé con aquella puerta fue en mi niñez, me pareció extraño: estaba esperando a alguien para jugar, pero nadie apareció. Tras aquel primer encuentro, han sido muchas las veces que me arropó, ya que siempre me sentí protegido, a pesar de no sobrepasar nunca su umbral. La puerta siempre estuvo cerrada a cal y canto; alguna vez intenté abrirla, incluso poniendo a prueba pequeños trucos de ganzúa, inútiles, por otro lado. Sin embargo, siempre sentí que algo me aguardaba, que no esperaba en vano, y me acostumbré. Sueño tras sueño, día tras día, fui perdiendo interés; y, aunque los sueños eran plácidos, no ocupaban mi pensamiento más allá de la matutina higiene bucal. Lo dicho, al final se convirtió en eso, una rutina. Pero una rutina desconocida, inverosímil; cómo era posible que no me irritará o angustiara ante aquel despropósito… La pubertad llegó, y con ella varias primaveras. Luego llegó el invierno de mi adolescencia. No tenía ni una edad adulta ni una mente adulta, pero ya me sentía viejo y acomodado. Lo único que me quitaba el sueño, y nunca mejor dicho, era la recurrente puerta, so pena de mil y otras vivencias oníricas que durante el día ensoñaban mi insulsa existencia, y que me hubiera gustado trabar en mis dedicadas noches. Aunque repito que siempre tenía cierta emoción, cierto dramatismo, el estar allí plantado como un arbusto al que sol y viento hacen feliz. Una vez sentí mi corazón, tac-tac, tac-tac, al ritmo de unos pasos, toc-toc, toc-toc, que golpeaban en madera, haciéndola chirriar; pero me desperté incomprensiblemente cuando la puerta comenzaba a entornarse. La vida siguió, y poco a poco, para suerte mía, fui cogiéndole gusto a la Arqueología, rama en la que no fijaba mi mirada, por desconocimiento, al iniciar la carrera. A todo esto, fui becado para una excavación en Cittareale (Rieti-Lazio-Italia), lugar mágico rodeado de monte donde nació Vespasiano, emperador romano y detalle sin importancia. Allí pasé un verano digno de mito, de sacrilegio…, de moraleja, al cabo. Y posiblemente, ese verano, sea eterno…

Un día cercano a mi llegada, paseando por las angostas calles de la villa, fui seducido por una de ellas. Siguiendo aquellas paredes de cal llegué a un lugar muy familiar, tan familiar como mis manos o mis pies, presente en todas mis largas noches; tanto que perdí todo contacto con la realidad. Obnubilado y rígido atisbé el número 8 partido; la moldura encalada, las verjas circulares sobre las hojas verdes… No podía ser…, allí estaba, frente a mí… Todo se oscureció, sólo existía la puerta. Sin sentirlo, despacio, mi cuerpo fue aproximándose; como en mis sueños, flotaba, volaba, hacia esa puerta cerebralizada. Subí el escalón y llamé enérgicamente. Al poco rato la puerta se abrió; surgió de entre las sombras una figura, transformándose en una bella joven a la luz del dintel. Sus ojos negros me sumergieron en su candor y pureza. Estaba ante un ángel, o era mi sueño completado… “Perché non mi aprivi” (“Por qué no me abrías”), le pregunté, totalmente arrobado. “È la prima volta che apro a qualcuno...” (“Es la primera vez que abro a alguien...”), me contestó, con cierto arrebol en sus mejillas. “Come è possibile”, retruqué. “È il primo giorno che vivo qui” (“Es el primer día que vivo aquí”). “Allora... porto molto tempo aspettandoti” (“Entonces… llevo mucho tiempo esperándote”).
D.C.O.

Ideología, Idealismo e Identidad

Ideología hace referencia a las ideas de un grupo humano –ya sean políticas, culturales, sociales, religiosas…, o incluso sincréticas–; por lo tanto existe una cohorte de personas que comparten algo, algo muy valioso y personal. Ahora veamos, ese valor interiorizado de dónde viene: ¿a priori, innato, inherente al ser humano?, no; ¿de nuestra propia experiencia?, puede; ¿de la sugestión, quizá colectiva?, ¿de la ósmosis?, “a lo mejor”. Los seres humanos estamos dentro de un ciclón, expuestos a las irregularidades del tiempo; la vorágine de las ideas nos envuelve y golpea con fuerza. ¿El juicio crítico dirige nuestros pasos ideológicos?, o, como en la metáfora, es el capricho de los dioses el que marca nuestro devenir. Buena disyuntiva, teniendo en cuenta que creo, sin pretender ser categórico, saber la respuesta. Punto y a parte. Lo que leemos, vemos o escuchamos es sometido a análisis -subjetivo, claro-, y de ahí sacamos conclusiones. Todas estas conclusiones preceden y constituyen un ideal, que defendemos, corregimos y postulamos. Pero, ¿realmente se es consciente?, quiero decir, realmente esa reflexión se lleva a cabo con razones especiales, propias, nacidas de uno mismo, o todo es producto de una inercia, de una “espontánea divergencia” inveterada cuyo paulatino desarrollo lleva a la sectarización. Otro y mayor punto y a parte. Voy muy deprisa; el asunto es éste: el ser humano es el único animal que da extrema importancia a los símbolos, casi más que a su significado (ej. Habrá gente que bese la bandera de un país, pero no “bese”, ni mucho menos, a sus compatriotas, sin darse cuenta que “patria es humanidad”), a lo que subyace el sentido de identidad, de identificación, en base a una colectividad; existimos dentro de una sociedad. Buscamos la semejanza y la diferencia respecto a otros. Somos gregarios, familiares: sectorizamos y desconfiamos. Viene de nuestra propia naturaleza, y, actualmente, en ésta, en nuestra inteligencia, conviven instinto y razón; como diría algún existencialista convencido: “somos dueños de nuestro propio destino”. Pero, ojo, ahora no nos comportamos de una forma natural, todo lo contrario, los cambios acaecidos en nuestro planeta suponen la transgresión de lo connatural; se han dado la vuelta a las tornas, de manera que los esbirros de las “máquinas” nos engañan fácilmente, juegan “tiernamente” con la mente del hombre. Uno siempre está condicionado por la circunstancia, pero eso no le impide ver más allá; reflexionar, evaluar, analizar todo su “mundo” y crear su propio yo, su forma de ser, de pensar, de interaccionar…, ideas al fin y al cabo, nacidas de la espontaneidad, del pensamiento libre… Ya estaría conformada una ideología, aunque sea una ideología propia. Luego, puede que su pensamiento coincida, en parte, con los de otras personas, y así se crearía una unión, una doctrina o lo que fuera, respetable si tiene una base ética y está abierta a nuevas ideas (no cerrada o concluida). Pero ahora, en los tiempos que corren, por no decir vuelan, no sucede así; “todo está inventado”, las personas utilizan su arbitrio y traban la ideología que les es más cercana –con cercana me refiero a multitud de variables–. ¿Esta aprehensión es libre realmente?, se podría decir que sí, ¿no?; uno la ha elegido, nadie se la impuso, pero…, siempre hay un pero, y éste es con letras mayúsculas. PERO… ¿Hablo de alienación? Lo dejo ahí porque a nadie le gusta que le digan que no es libre. Es como la definición del hombre-masa, aquel que no valora, no razona por sí mismo, que hace “lo que hace todo el mundo”.

Otro error, el más grave, es lo que producen, lo que gestan, estas ideologías con cerrojo. Generan odio, antagonismo, intolerancia, estigmatización, conflictividad… Suponen la degeneración del pensamiento humano, la extirpación de la moralidad; pretenden hacernos creer que sus dogmas son los verdaderos, no hay lugar para el diálogo, se imponen por la fuerza, su discurso es incuestionable: conflicto socio-cognitivo y brutal. Ortega y Gasset ya hablaba de esta cuestión; consideraba la violencia, y decía que la violencia a la que se recurre cuando se han agotado todos los demás medios para defender la razón y la justicia era “el mayor homenaje a la razón y la justicia”. La llamaba la razón exasperada, la última ratio. Pero, seguía diciendo, la acción directa subvierte el orden y hace de la violencia la prima ratio, la única razón, “la Carta Magna de la Barbarie”. Esto sigue ocurriendo actualmente, el maniqueísmo reinante hace que planteemos debate entre los que fían todo a la violencia y los que ingenuamente creen que todo se puede solucionar sin ella. Todo parece señalar que no hay una verdadera ideología que guíe los pasos libres a buen puerto, o, lo que es lo mismo, la esperanza parece un mar entre dos continentes y el presente un barco mil veces hundido. Quizá haya que olvidarse de esta simplificación, de esta reducción de la intelección, de esta ceguera periférica, que es la ideología. Seamos libres, si podemos…

El último punto, y el más importante, es la cura. Difícil pero posible. Todo empieza en la familia –por familia se entiende el grupo de referencia–, unidad básica de toda sociedad, e ingrediente capital del equilibrio de la persona. Ahí ha de haber comprensión, apoyo, diálogo, etc.; esas cosas tan bonitas y “difíciles” en la actualidad. En una familia también hay conflictos, sin embargo suelen solucionarse, quizá por la “ilusión” anterior o porque vemos más fácilmente los lazos sanguíneos –todos venimos de uno, pero olvidamos fácilmente, ése es el problema; no aprendemos de la historia, “tropezamos con la misma piedra” una y otra vez–. No sigo en este aspecto porque el ejemplo expuesto de sociedad comprensiva, en el sentido de que lo que prima es nuestra condición humana, no las diferencias ideológicas, étnicas, etc., me parece claro. Paso a algo en lo que me voy a extender aún menos, debido a su desembocadura actual, repugnante y vomitiva. Sólo diré una frase: lo político está muy por debajo de lo social, lo cultural, lo económico, lo moral, lo religioso…, entendiendo que no es nada sin todo lo demás, sólo es una forma de organización, un nexo, no un concepto por cuenta propia, y en ello no radican las soluciones; por tanto, es un error creer y confiar en su omnipotencia porque revertirá negativamente en todos nosotros.
D.C.O.

Corolario

La tenencia de un culo hermoso dota a la mujer de una belleza parcial –sin tener en cuenta lo demás–, pero inconmensurable. Quizá se deba a que el crecimiento cefalo-caudal que se da en el desarrollo físico de la persona haga de este atributo fuente de ideación divina y singular; así como Dios creo el mundo en siete días, y el último, el domingo, el día de descanso por antonomasia, es el dilecto, la zona excretora del ser de costilla de hombre lo es también. Sí, será eso. A no ser que me esté equivocando y la razón real sea biológica, es decir, de ámbito reproductivo, o, si se prefiere algo más lascivo, superficial y soez, acorde a la situación de reflexión, de ámbito del triqui-traca, ya me entendéis… Lo que está claro es que no se pude menospreciar a un envoltorio tan parecido al corazón, siendo éste también icono idolatrado por una idea muy extendida pero parcial; no digo que sin razón, ya que sin páncreas creo que se puede vivir, pero sin corazón no… El culo tiene muchas facultades narcóticas, es como aquellos objetos que simplemente por su constitución ya son considerados hipnóticos; tiene, por tanto, facultades parecidas, que no iguales; ya que éste, el foco del presente estudio, tiene una belleza exuberante, propia de toda fabulación, convertida en apoteósica cuando se hace realidad. Sí, eso es. Exactamente. Las nalgas son de la misma naturaleza que los mofletes, marchamo de calidad: entendiendo dicha locución como identidad –eso sí, identidad relativa y a piacere–; y, por tanto, hay mofletes tan “monos” que te entran ganas de apretarlos y besarlos, jugar con ellos con aquella energía desbordante del día en que los nómadas adorantes te trajeron del lejano Oriente el barco pirata de lego, capitaneado por Barbarroja, claro, el legendario pirata que llegó a ser rey. Suaves… Tiernos… Concomitantes… De ascendencia celestial. Ay…, cómo suspirarían los hebreos por María Magdalena, por mucho que lo nieguen; y cómo suspiro yo por esas caderas prohibidas que cimbrean a mi lado por la calle, y que, cuando no hay mucha gente al acecho, aprovecho para mirar aunque ello suponga una serie de espirales de sentido inverso en desequilibrados vuelcos corporales y mentales… No puede ser, odio a la naturaleza por inducir esos instintos irreprimibles e insidiosos en mi mente. Pero… da igual, yo sigo a lo mío: “Jugo de tomate frío… Jugo de tomate frío… En las venas… En las venas deberás tener” (Manal).


Anónimo

22 de enero de 2009

El poeta que escribió un relato

¿Saben quién era Juana de Arco? Yo sólo aproximadamente. Sé que era virgen y que murió virgen. Qué mártir. He visto alguna vieja película sobre ella, las actrices son tan bellas que realmente te cuesta creer que únicamente Dios se fijase en ella. Pero así fue, el Todopoderoso bajó y le dijo: “cárgate a esos perros ingleses y libera a Francia”. Pues bien, quizá no me crean, pero yo soy el Juana de Arco del siglo XXII. Dios me iluminó en un oscuro rincón del más penoso bar de la más inmunda ciudad, no recuerdo muy bien lo que me dijo porque estaba tan puesto de DISA que ni siquiera sé si me presenté, pero estoy seguro de que capté la esencia de su mensaje: debo escribir el poema más cautivador de la historia para salvar a la humanidad del pecado y llevarla hasta el paroxismo. Yo acepté entusiasmado, sin embargo, recordé a Juana de Arco y le dije que yo no era virgen, y Dios me contestó algo que se grabó en mi memoria y que me obligó a meditar: “depende por donde lo mires”.

Soy poeta, tan bueno que aún no le gusto a nadie, salvo a Dios, claro. Sin embargo, me sentía bloqueado ante un cometido tan divino: de qué debe ir un poema cuyo destino es salvar a la humanidad. Sexo. Sexo. Sexo. Por alguna razón sólo esa idea golpeaba mi cabeza aún amodorrada por la droga, ¿acaso Dios quería que hablase de eso? No. Levanté mi amarillenta sábana y vi que estaba empalmado, primero pensé en que Dios debería haber mandado esta misión a un ser más sensible y reflexivo, es decir, a una mujer, pero luego traté de animarme, no podía eludir tal responsabilidad. Juana de Arco me esperaba…virgen. Sexo. Debía solucionar mi firme problema antes de escribir el poema definitivo. Llamé a Laura, una ex prostituta de lujo venida a menos que a veces no me cobraba a cambio de unos simples pero cálidos poemas de amor.

Más sexo. Más. Laura trabajaba duro pero no podía doblegármela. Esa maldita droga es demasiado perfecta, como los férreos muslos de Laura, tendría que haberse dedicado al deporte. El DISA eleva las capacidades físicas, principalmente el vigor sexual, incrementa la velocidad de las conexiones del cerebro y embriaga a la mente con una dulce felicidad inquebrantable, además, en dosis altas produce alucinaciones con personajes y mundos de Disney. No hay otra clase de alucinaciones. Algunos dicen que Disney creó esta sustancia para despertar a Walt de su frío letargo, otros aseguran que simplemente buscaba ampliar su mercado más allá de los niños. Sin embargo, ya casi nadie recuerda que el DISA es el medicamento que cura el SIDA 2.0, una letal variante de la enfermedad degenerativa. Su historia es la del triunfo del vicio. Era un producto muy caro, los países más pobres eran los que aglutinaban más enfermos y no podían adquirirlo, así que la empresa que lo desarrolló iba a la quiebra por falta de demanda. Entonces, un desesperado yonki robó unas cuentas pastillas al azar, entre ellas había un DISA. Aquel pobre diablo se pegó el mejor viaje de su vida, ninguna vieja droga puede comparase con el DISA. La experiencia del yonki se difundió rápidamente y la demanda no tardó en dispararse. La farmacéutica recibió cantidades ingentes de dinero, gracias a ello mejoró la producción, y el precio se tornó asequible para los pobres.

Laura finalmente lo consiguió y se durmió al instante, así que decidí dejarla tranquila y pasear por la decrépita ciudad para buscar inspiración para el Poema. Las calles eran un caos de felicidad: los rostros de todos reflejaban una alegría incontenible, decenas de parejas practicaban sexo por todas partes y otros conversaban con seres imaginarios. Esos eran los efectos secundarios del DISA: una humanidad alegre como nunca lo ha sido y con capacidades mentales y físicas superiores; y sin embargo, todo se iba a la mierda. Pero yo les salvaría a todos, como Juana hizo con los franceses.

Caminé por los peores barrios para inspirarme en la decadencia que debía destruir. Allí viven los pervertidos, aquellos que se abarrotan de droga para poder fornicarse a Blancanieves o, en el caso de los más degenerados, a Daisy. Esta calaña adora como a un dios al Gurú-Ratón, aquel que asegura que ha llegado a conversar con Mickey. La hostia. Nunca nadie alucina con el gran Mickey. Me cansé de ver miseria, y aún no se me ocurría ningún condenado verso, así que decidí acomodarme en un sucio portal para colocarme un poco. Una pastilla DISA. Otra. Otra más. Adoro reírme así, qué felicidad, seguro que desvirgar a Juana de Arco es aún mejor. Pero entonces un tipo escuálido rompió el hilo de mis pensamientos eróticos, iba a decirle que me dejase en paz cuando de repente me fijé en su diadema con grandes orejas negras: el mismísimo Gurú-Ratón ante mí. “Conozco tu cometido y vengo a salvarte”, entonces me entregó una pastilla. Dios mío. Gurú-Ratón mió. Jamás había probado algo tan puro, casi podía oír hasta la voz de Mickey. Vi girar una rueca, después besé un zapato de cristal y finalmente aparecí en una colorida selva junto a un hombre en taparrabos. Joder, el pequeño Mogli había crecido o en aquella enorme selva no había hojas de su talla. Siempre creí que, si algún día sufría (o gozaba) una sobredosis de DISA, alucinaría con Bella o incluso con Pocahontas si tenía un día especialmente melancólico. Pero no. Ahí estaba el joven salvaje dispuesto a abrirse camino a machetazos en mi estrecha selva. Salí corriendo antes de que pudiese avisar a Balú y conseguí escapar.

No sé cómo, pero llegué a mi piso. Comencé a alucinar de nuevo: el suelo se tornó en hierba, el techo en un hermoso cielo azul y mi cama en un enorme león de melena rojiza. Mufasa rugió y yo me desplomé sobre mi armario, de lo alto de éste cayó una caja repleta de jeringuillas y muchas de ellas se clavaron en mi torso y en mis piernas. Las alucinaciones se esfumaron al instante. Una cantidad ingente de SIDA 2.0 recorrió mi cuerpo, busqué en mis bolsillos y sólo encontré un DISA. No era suficiente. Y entonces Dios volvió a hablarme: “sabía que fallarías, por eso te encomendé tal misión. Es la hora del Juicio Final”. “Me has dado por el culo, ya no soy virgen y ahora entiendo tus palabras”, al soltar tal sentencia ante el Todopoderoso, mi mente se iluminó y por fin lo comprendí todo: el Gurú-Ratón quería que Mogli me diese placer para que el clímax del desvirgue me llevase a escribir el Poema, pero yo había huido de la lujuria y ya no había remedio. La humanidad estaba condenada. No podía escribir ni un puto verso por la agonía que oprimía mi corazón; sin embargó, comencé a redactar a toda velocidad este mísero relato para que al menos la gente esté al corriente de lo que se aproxima. Pequen por favor, ¿o acaso es mejor ser poeta y no poder escribir un poema? Les aguardo en la cama con la desvirgada Juana y el joven Mogli.


Pablo Martín

Se miran, se presienten...

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.


Oliverio Girondo (Espantapájaros, 12)

21 de enero de 2009

La aventura del tocador de señoras


Eduardo Mendoza nos ofrece con esta obra otra disparatada y divertida historia del protagonista de El Misterio De La Cripta Embrujada y El Laberinto De Las Aceitunas. En esta nueva entrega nuestro incansable y delirante buscavidas se verá inmerso en un enredo de corrupción político-empresarial en el cual él es el principal sospechoso de un asesinato. Esto le llevará a tratar de demostrar su inocencia ejerciendo de detective amateur, topándose con las situaciones más esperpénticas y los personajes más absurdos de la élite barcelonesa.

La primera gran excentricidad que se permite el autor a modo de carta de presentación es el alta que se concede el mismo día a todos los internos de un manicomio para derruirlo y construir en su lugar edificaciones de mayor interés económico.

De esta forma nuestro antihéroe deberá volver a integrarse en la Barcelona postolímpica trabajando de peluquero en “El tocador de señoras”, sin apenas conocimientos, pero con gran desparpajo para salir de apuros con su fina extravagancia.

Eduardo Mendoza

Dicho esto es inevitable que veamos en él una semejanza más contenida con todo un grande de la literatura norteamericana: Ignatius J. Reilly de La Conjura De Los Necios. Su excentricidad, su forma de fanfarronear con el delirio brillante de los iluminados, su faceta de incomprendido e inadaptado y su facilidad para verse metido en líos de índole grotesca.

Estos son los condimentos para trazar esta historia de enredo detective-policíaco en el que se verán inmersos importantes personalidades de la política y negocios barceloneses, que junto a la falta de escrúpulos demostrarán una incontinencia racional estrafalaria en la línea de la obra, resultando al final el “loco oficial” el más cuerdo de todos.

“¿No ha visto aparearse los caracoles y otros fósiles en los documentales de la televisión? Uno los ve y piensa, yo con ésa no lo haría. Pero a ellos se los ve felices”

“Lo único que puedo asegurar es que en ninguna ocasión, ni siquiera en los más críticos bretes, he visto, conforme suele contarse, pasar ante mí mi vida entera como si fuera una película, lo que siempre es un alivio, porque bastante malo es por sí morirse para encima morirse viendo cine español”

Kaliayev

20 de enero de 2009

El botón del gran poder

Estaba leyendo El gran cambiazo de Roald Dahl cuando entró ella. Venía de la calle, y decía que hacía frío. Se quitó el sujetador, para estar más cómoda, de esa manera tan femenina, es decir, “complicada”, de quitarlo: primero soltó el enganche, luego sacó uno de los tirantes por una manga y, finalmente, el otro, con todo él, por la otra. Me apercibí de que se trataba del negro que tanto me gusta. Es curioso como influyen los colores: con ropa interior blanca da sensación de candorosa, y sin embargo, con ropa interior negra desprende fuego, misterio, peligrosidad… e incluso pasión –aunque el rojo tenga mayor relación, a mí no me agrada–; dentro de este maniqueísmo dilecto existe un amplio espectro de colores y composiciones de diversa expresión. Tras dejarlo allí tirado sin intención, fallada, de provocar, se dirigió a prepararse un té a la cocina; cómo si no la conociera. Dejé la libido arrumbada, curiosamente sin mucho esfuerzo, quizá porque el instinto me inducía a seguir enfrascado en la historia consignada. Al rato empecé a declinar en mi interés literario y levante la cabeza. Parecía como si hubiera notado la presencia de mi intropía, de aquella alma sin la cual no existiría; ya que allí estaba ella, apoyada en el radiador, con un pocillo entre las manos, con los labios de pez soplando y ahuyentando el vaho. “Qué bonita es”, me dije, sin disimular mi admiración hipnótica. Ella se dio cuenta y me sondeó. La dije que era el ser más bonito de la Creación. Sonrió con ingenuidad y los violines de mi mente empezaron a sonar a la par en una majestuosa obertura. Es pura inspiración, muy por encima de una musa; es etérea, trascendental, y a la vez vital. Mi compañera de vida… y de muerte.

No dejábamos de mirarnos –sus ojos hablan mejor que cualquier boca–. Estaba perdiendo la cabeza cuando me salvó sin esperarlo; no quería que nos quemásemos a lo bonzo por separado. Dejó la taza en el suelo y se acercó lentamente, sin dejar de lado mis cristalinos, quitándose la camiseta de un subyugante movimiento (parecido a un estiramiento mañanero pero sin sueño y con ropa por medio); mis constantes vitales o no respondían o no las sentía. Se inclinó levemente y unimos nuestros labios y lenguas en una amalgama de ambrosías. Deslicé mis manos dibujando su figura, su ser, con la minuciosidad de un escultor, aunque la obra, la mayor obra de arte de la historia, la componíamos los dos... [...]

La cogí del suelo, como si acabara de desmayarse, y en brazos la llevé a la habitación. La acosté en la cama y me tumbé a su lado lateralmente, con la cabeza apoyada en la mano, mirando aquel milagro, aquel ángel que había bajado de los cielos porque allí arriba se aburría… Dea ex machina

Al cabo de un rato, arrobado por su belleza, me di cuenta, como por ensalmo, de que el botón del gran poder no estaba donde yo creía…


Anónimo


Turbocanoas

Por si acaso

Roedvald, rey de los sajones del Este, había sido admitido, en Kent, al sacramento de la fe cristiana, pero, al regresar a su reino se dejó seducir por su mujer y por ciertos maestros abominables, que lo desviaron de la sinceridad de su fe y, así, en el mismo templo erigió un altar dedicado a Cristo y otro, mas chico, en que ofrecía victimas a los demonios (N. de T.: antiguas divinidades germánicas).


Beda el Venerable, Historia Elesiástica de la Nación Inglesa, II, 15

19 de enero de 2009

-Muerto en vida- (4ª Entrega)

Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (3ª Parte)

Paseo por la Rúa de Ensinanza camino de la comisaría, sin depositar mi mirada en sus gentes y viejos edificios impregnados de historia, totalmente abstraído, pensando en la maquiavélica o estulta psique objeto de mi investigación: alguien a quien no le importa la vida ajena, que siente placer al ver o perpetrar excoriaciones, escarificaciones, mutilaciones, trepanaciones, y todo tipo de carnicerías, un verdadero jifero que posiblemente no tenga remordimientos, frío y calculador… Posiblemente conociera a la víctima, ya que no se dan casos tan truculentos sin móvil; al menos no aquí y así. Si fuera un morboso exento de razones, primero raptaría, luego disfrutaría más tiempo del sufrimiento, y finalmente se desharía del cadáver. Este caso tiene algo… sibilino. Huele a chamusquina… Paso por la facultade da periodismo; qué juventud echada a perder (!).

Por fin llego y descubro el infierno. Todo lleno de periodistas, ni que estuviera al lado la zahúrda de soplagaitas -mi ironía está degenerando; el raciocinio burlesco y decrépito ha muerto por fín-. Me abro paso, los empellones son lo mío. Me piden identificación.

- Perdone, pero es que no la tengo…, ayer me robaron la cartera… Soy Carlos Gutiérrez, detective privado, necesito hablar con el comisario. Él me conoce.
- Lo siento, no puede pasar –dice el de la gorra de plato.
- Se lo repito: aquí me conocen.
- Y yo le repito que no puede pasar, sólo personal autorizado.
- ¡Eh, Brañas!, ¡Brañas, joder! –le llamo desgañitándome.-Brañas es un viejo amigo, le conocí en mi época universitaria, en Salamanca, yo entonces hacía psicología, y el criminología; quizá fuese él mi referencia para cambiarme de carrera. Vaya borracheras nos cogemos siempre (!)…
- Lourenzo déjale pasar –dice mi amigo.
- Joder, pensé que no me oías (!). Qué tal andas Alfredo (?).
- Bueno, he tenido épocas mejores, ¿cómo es que ya no me llamas… o te pasas por A Coruña?
- Es que juego mucho al solitario. Ya volveremos a cogérnoslas, no te preocupes.
- Te tomo la palabra. Ven, sígueme.

Atravesamos un largo pasillo mientras departimos amistosamente. Ya casi al final, se detiene. Y me interpela:

- ¿Qué es lo que te trae por aquí?
- Lo que a todos esos periodistas y a ti: la muerte de Lara González.
- Ya lo sabía, pero quería oírtelo. Mira, te voy a decir lo que sé: yo llevo el caso. El presunto asesino está retenido en nuestras dependencias. Está claro que ha sido él: estaban pasando por un bache sentimental; tenemos testigos que afirman haberle visto dirigiéndose a la residencia ayer-noche, aunque dentro nadie le vio, pero eso puede deberse a que ya estaba cerrada y tuvo que entrar a hurtadillas; la puerta no estaba forzada, por lo tanto ella conocía a su asesino; tenemos huellas suyas por todas partes, incluyendo el arma homicida; y hemos encontrado ropa del chico llena de sangre y hecha jirones en su casa. No necesitamos más pruebas. Pasará a disposición judicial en breve lapso. El caso está casi cerrado, y yo vuelvo mañana a Coruña.
- ¿No cabe la posibilidad de un complot?
- No, es obvio que ha sido él, incluso tiene heridas en todo el cuerpo, claras marcas de un duro forcejeo.
- Fíate tú de la virgen y no corras…-Me suelta una mueca expresando claridad, en el caso-. ¿Y qué dice él?
- Él lo niega todo, dice que no se acuerda de lo que hizo ayer-noche. Tenía que ir al hospital a ver a su padre, pero no fue. Todas las pistas señalan que Aleixo Raxeira Fernández es el culpable. El problema está en que, ante la amnesia que parece tener -causada, si es real, por el trauma de un asesinato tan salvaje, no porque sufra ningún trastorno-, su abogado puede alegar enajenación mental transitoria. Esto le servirá de atenuante, y su pena se verá reducida considerablemente.
- ¿Podría hablar con él?
- Ya te lo he contado todo, Charly.
- Venga, que no te cuesta nada hacer la vista gorda.-Sopesa la propuesta mirándome a los ojos… Parece que mi elocuencia ocular surte efecto…, o serán mis poderes psíquicos (?).
- Te lo voy a permitir, pero porque sigue en la sala de interrogatorio, no por ninguna razón especial, como nuestra devaluada amistad.
- Bien…, gracias amigo.

Me acompaña hasta la sala de interrogatorio, se dispone a abrir… cuando de repente me espeta:

- Oye, a que viene esta indagación. Con todos los crímenes que ha habido por los alrededores y no te has interesado por ninguno, hasta ahora…
- Se te olvida que soy detective privado y me gano la vida con los casos de quien solicita mis servicios.
- Ah, o sea que te requieren; como si este caso no lo fuéramos a resolver nosotros…, encima la misma mañana del descubrimiento del crimen. ¿Quién te ha contratado?
- De momento nadie, pero sabes que la identidad de mis clientes nunca será revelada.-Joe, parezco Humphry Bogart… a lo cursi.
- Bueno, vale; pero cuidado con lo que haces…
- Tranqui, sargento.
- Venga pasa. No le presiones demasiado, está con síntomas postraumáticos, y sus nervios son muy inestables.


Escrito y pergeñado por: D.C.O.
Narrado por: C.G.S.

Consciente

¿Estoy soñando o estoy despierto? Estoy despierto. ¿Qué es este dolor punzante en el cráneo? ¿Y por qué todo está inmerso en esta oscuridad absoluta? Perfecto, no puedo moverme, ni siquiera puedo parpadear. Parece que poco a poco voy saliendo del letargo. Mierda, me estoy viendo en tercera persona en completa oscuridad, lo mejor de todo es que lo concibo como algo posible, parece la extraña realidad de un sueño, pero no, estoy despierto, lo sé. Aquello que conformaba para mí un sujeto real y estable ha abandonado la primera persona que lo caracterizaba.

Comienzo a recordar, estaba en la piscina, la pequeña echó a correr por culpa de ese niño cuya mayor afición es tocar las narices. ¿Qué pasó después? Podría recordarlo pero estoy muy cansado, mi mente no quiere moverse tampoco.

Supongo que estaré dentro de mí porque, aunque no veo nada, todo me resulta conocido. Soy un observador, no puedo más que serlo. Parece que empiezo a desvanecerme, quién diría que al evaporarse el color negro que lo inundaba todo sólo quedaría el blanco más fulgurante y que, aún así, todo estaría tan oscuro como antes. Parece que esto se acaba.


Kóbol



El silencio de las sirenas

Una demostración de que también recursos insuficientes y hasta pueriles pueden servir como medios de salvación:

Para preservarse de las sirenas, Ulises de tapó los oídos con cera y se hizo aherrojar al mástil. Algo parecido hubieran podido hacer desde antiguo, claro está, todos los viajeros, salvo aquellos a quienes las sirenas seducían ya de lejos; pero se sabía en todo el mundo que era imposible que esto fuese remedio. El canto de las sirenas lo penetraba todo, y la pasión de los seducidos hubiera roto trabas más fuertes que cadenas y mástiles. Ulises, aunque acaso enterado, no pensó en eso. Confió plenamente en su puñado de cera., en su manojo de cadenas, y con inocente alegría, contentísimo con sus pequeñas astucias, navegó al encuentro de las sirenas.

Pero sucede que las sirenas disponen de un arma más terrible aún que su canto. Es su silencio. Acaso era imaginable –aunque, por cierto, eso tampoco había ocurrido– que alguien se salvara de su canto; pero sin duda alguna nadie podía salvarse de su silencio. No hay nada terrenal que pudiera resistir a la sensación de haberlas vencido con fuerzas propias, a la infatuación consiguiente que se sobrepone a todo.

En efecto, al llegar Ulisas, las formidables cantoras no cantaron, sea porque creyeron que semejante adversario ya sólo podía afrontarse con el silencio, sea porque esa visión de bienaventuranza en el rostro de Ulises, que no pensaba más que en cera y cadenas, les hizo olvidar cualquier canto.

Pero Ulises, por así decirlo, no oyó su silencio; creía que cantaban, sólo que él se veía librado de oírlas. Vio primero, fugazmente, las torsiones de sus cuellos, la honda respiración, los ojos arrasados en lágrimas, la boca entreabierta, y creyó que todo esto formaba parte de las arias que, sin ser escuchadas, resonaban y se perdían a su alrededor. Pero pronto todas las cosas rebotaban en su mirada abstraída; era como si las sirenas desaparecieran ante su resolución, y justamente cuando más cerca estuvo de ellas, ya nada sabía de su presencia.

Y ellas –más hermosas que nunca– se estiraban y se retorcían, tendían sus garras abiertas sobre la roca y sus hórridas cabelleras ondeaban al viento, libremente. Ya no pretendían seducir: tan sólo deseaban atrapar, mientras fuera posible, el reflejo de los dos grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas tuvieran conciencia, habrían sido destruidas en aquella oportunidad. Pero así perduraron, y únicamente se les escapó Ulises.

Por lo demás, la tradición refiere también un epílogo al respecto. Ulises, así cuentan, fue tan zorro, tan rico en astucias, que ni aun la diosa del destino logró penetrar en su fuero más íntimo. Quizá –aunque esto ya no pueda concebirlo la razón humana– advirtió realmente que las sirenas callaban, y sólo, por decirlo así, a manera de escudo, les opuso a ellas y a los dioses el referido simulacro.


Franz Kafka

18 de enero de 2009

Pensamientos inconexos

Azulejos blancos, cenefa geométrica. En el bidé se encuentra un hombre sentado; calzoncillos bajados, mirada perdida. Junto al lavabo otro hombre se está afeitando. Los ojos del hombre ausente están fijos como una película impenetrable en el desagüe de la bañera, visión borrosa seguramente, empero su pensamiento fluye con el agua ficticia que sale del grifo averiado y va a parar inexorablemente al sumidero. Inconsciente, el hombre atareado clava sus pupilas en su compañero por medio del espejo, detiene su movimiento de muñeca provocando una sanguinolenta hendidura; se aterra profundamente, sus ojos claman piedad. El pavor no le deja respirar –la sangre recorre su rostro buscando desembocadura por el rugoso cauce de acné–; reverbera de pared en pared, una y mil veces repetido, el truculento silencio… Finalmente, el agua y la sangre declinan en su fluir.

Anónimo

Federico García Lorca



Federico García Lorca nació en 1899 en Granada y murió asesinado en 1936 también en Granada. Estudio Derecho, Filolosofía y Letras en su ciudad, y tras publicarse su primer libro,”Impresiones y paisajes”, se traslado a Madrid donde continuó sus estudios.Fue contemporáneo y amigo de Dalí, Buñuel, Pepin Bello, Juan Ramón Jiménez y Manuel de Falla, entre otros. Escribió poesía y teatro, y realizó algunos dibujos en tinta china.Es el poeta español más leído.






Anda jaleo


Yo me alivié a un pino verde
por ver si la divisaba,
y sólo divisé el polvo
del coche que la llevaba.
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.


No salgas, paloma, al campo,
mira que soy cazador,
y si te tiro y te mato
para mí será el dolor,
para mí será el quebranto,
Anda, jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.


En la calle de los Muros
han matado una paloma.
Yo cortaré con mis manos
las flores de su corona.
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.






Sueño



Mayo de 1919



Mi corazón reposa junto a la fuente fría.



(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)



El agua de la fuente su canción le decía.



(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)


Mi corazón despierto sus amores decía.


(Araña del silencio,
téjele tu misterio)



El agua de la fuente lo escuchaba sombría.



(Araña del silencio,
téjele tu misterio.)


Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.



(Manos blancas, lejanas,
detened a las aguas.)



Y el agua se lo lleva cantando de alegría.



(¡Manos blancas, lejanas,
nada queda en las aguas!)






La selva de los relojes


Entré en la selva
de los relojes.


Frondas de tic-tac,
racimos de campanas
y, bajo la hora múltiple,
constelaciones de péndulos.


Los lirios negros
de las horas muertas,
los lirios negros
de las horas niñas.
¡Todo igual!
¿Y el oro del amor?


Hay una hora tan sólo.
¡Una hora tan sólo!
¡La hora fría!


La balada del agua del mar

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

¿Qué vendes, oh joven turbia
con los senos al aire?

Vendo, señor, el agua
de los mares.

¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?

Llevo, señor, el agua
de los mares.

Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?

Lloro, señor, el agua
de los mares.

Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?

¡Amarga mucho el agua
de los mares!

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.


J.M.C.

Gorra y bastón

Desde que cubro mi calva con una gorra y apoyo mi peso en un bastón lo único que hago durante el día es observar a los operarios municipales trastocar el paisaje de mi amado Burgos, pueblo mío y de mis padres. En varias ocasiones me he interrogado sobre la razón de este impulso tan enigmático, y común, por otro lado, entre los de mi gremio. En seguida me viene a la cabeza, como tajante respuesta, que a falta de cambios en mi vida, estudio los cambios que se producen a mi alrededor; lo que viene siendo, lisa y llanamente, aburrimiento…

Anónimo

17 de enero de 2009

Indie nacional emergente

El panorama de indie nacional está de enhorabuena, la creatividad fluye espontáneamente y se desborda, y aparecen múltiples y variadas propuestas que rompen con el muy visto prototipo de grupo indie patrio.


Russian Red

La madrileña Lourdes Hernández es quien se encuentra detrás de Russian Red (nombre que hace referencia a su color de pintalabios, topicazo que sale en todos los reportajes, y en éste también). Con sus apenas 23 años se ha convertido en una de las propuestas más interesantes del panorama nacional. Esto se debe al magnífico disco que ha visto la luz este año: I Love Your Glasses (2008, Eureka Records).

Su principal característica es su maravillosa voz, sobre la que recae todo el peso de sus canciones, dándolas un aire mágico y un sello personalísimo; y sobre la que giran sus melodías folk intimistas de gran belleza. Desde la atrapante Cigarettes con la que abre el disco, a la deliciosa Nice Thick Feathers, la más pop The Don´t Believe, la fantástica versión de Cyndi Lauper Girls Just Want To Have Fun o la preciosísima Just Like A Wall, por citar unas pocas de un disco sublime de principio a fin.

Ha pegado fuerte, y es que no tiene nada que envidiar a las grandes del folk internacional (Joanna Newson, Cat Power…). Es una suerte tenerla tan cerquita, esperemos que nos siga dando muchas alegrías.

http://www.myspace.com/russianready

Los Punsetes

Vienen de Madrid y aman a Eduard Punset. Han sacado lo que ha sido uno de los discos más agradablemente sorprendentes de la temporada. Ya hace años nos inquietaron con su canción El Bar Del Tanatorio: “El bar del tanatorio, no está en la guía del ocio, pero mañana podríamos quedar”. Tras 3 maquetas y un 7”, aparece por fin este año su primer disco LP (2008, Gramaciones Grabofónicas).

Sus letras maravillosamente ingeniosas juguetean con el morbo más sórdido de los humanos, como en Accidentes: “Tú eres de los que miran en los accidentes, te gusta ver el cuerpo descompuesto de la gente”; usan su querido tono burlón respecto a la publicidad en Fin Del Mundo: “La gente es tan feliz en los anuncios, sonríen como si fuera el fin del mundo”, o muestran su desconfianza pesimista sobre la vida en Lo Natural: “Lo natural es desconfiar, lo natural es que salga mal”; hacen alarde de su ligera misantropía en Querido Alberto: “No los conozco y los odio, mis odios no son exigentes, ya no soporto a la gente, si eres feliz eres deprimente”, o hacen gala de su humor macabro sobre el miedo de una chica a subirse al coche de un desconocido por la noche en su gran hit Pinta de Tarao.

Todo esto se esconde detrás de unas guitarras que suenan underground e imperfectas, en la línea de la voz de su cantante, Ariadna, que con su tono “feliz” y desenfadado nos canta sobre cosas terribles y comunes. Convencionalmente no se puede decir que tenga buena voz -si quieres oír grajear “bien” a alguien ve los programas de karaoke de la televisión (OT, Factor X, etc) y vomita después en el retrete-, pero esa forma “poco seria” de cantar forma parte de la idiosincrasia del proyecto, que, indagando con gran visión irónica sobre la realidad en nuestro lado más oscuro, apuesta por quitar trascendencia a lo intrascendentes que somos.

http://www.myspace.com/lospunsetes

Puedes descargar el disco gratis en su web: http://www.lospunsetes.com/

Charades

Charades nos regala en su 2º disco, En Ningún Lugar (2008, B Core), esta vez en castellano, 10 temas pop redondos y pegadizos, en los que nos inmiscuyen en un mundo particular, absolutamente fresco, en el que buscar el equilibrio entre el desencanto y anhelos del pasado (“No dejaré que el pasado recuerde lo que pude ser” cantan en La Máquina Del Tiempo) y el vitalismo de un presente que acontece en paisajes sugestivos, tales como atardeceres entre la hierba, entre las olas o dormid@s bajo el mar, en unas canciones que, a pesar de su puntual melancolía, parece que se desarrollan siempre en pleno florecer primaveral.

Y es que rodearse de las sensaciones que la naturaleza ofrece es una buena forma para la búsqueda del autoconocimiento personal, tema sobre el que vira todo el disco, así como de la soledad requerida para este fin. La superación de pérdidas (“Lentamente he dibujado sobre tu tumba un corazón”, tal vez metafórico, en La Carta) o la necesidad de aislarse de la ciudad, ya sea física o mentalmente, con drogas o sin ellas, son otras de las temáticas que se perciben en sus letras, en las que ronda siempre una espiritualidad cotidiana no afectada y espontánea que surge para mantener bien vivos los cinco sentidos. Y después de ese viaje, nada mejor que romper con el pasado y empezar de cero, que es lo que vienen a decir con la canción que cierra el disco Hanna Arendt: “Si sientes que no queda nada, que se apaga, solo cámbialo”

Si alguien buscaba la fórmula metafísica de la canción pop (viva la exageración), Charades la encontraron en este disco, lleno de hits y de canciones bailables (Siete, En Ningún Lugar…) y magníficamente envuelto por abundantes y sugerentes coros femeninos para darle al disco la perfecta dulzura juvenil que busca algo mejor.

10 temas muy disfrutables y una duración total de 25 minutos; corto pero intenso, un gran soplo de aire fresco que meter a tu vida para seguir caminando hacia ningún lugar.


http://www.myspace.com/lascharades

Kaliayev

"La metamorfosis de Narciso" (Salvador Dalí)


Narciso no sabe meterla

Vive sólo para ti si pudieres,
pues sólo para ti si mueres,
mueres.

Francisco de Quevedo



Cómo empezar a contar
el cuento de nunca acabar
pareados o dísticos no sirven
si no sirvo o no me sirven.

Todo empieza como acaba
decían vanos o en vanidad
sin embargo hay algo cierto
que no me atrevo a descifrar.

El caso es que no hay caso
el hombre perdido está
con o sin ombligo
todos piensan igual.

Son el centro, son el credo
son culpables, qué dirás, rufián
no lo admitiría ni el más
cauto o el que menos
ha de pensar.

Esta rima o cacofonía
anacoluto, símil (o comparación)
desordenada lengua de trapo
me ha surgido, para contar
que sin decir nada
lo digo todo:
nunca
nunca
el narcisista
buen
follador
será.

16 de enero de 2009

Miedos pesados

Salté como un resorte de mi silla y me abalancé sobre él. Gracias a la torpeza que le conferían sus más de cien kilos de peso logré desequilibrarle, y una vez yació en el suelo lo inmovilicé boca abajo. Muchos de los presentes intentaban detenerme constantemente, pero yo me había crecido. Me zafé de todos aquellos seres diminutos sin bacilar y alcancé el cuchillo de la mantequilla, asiéndolo con decisión. Descubrí las pantorrillas de “mi problema” y comencé a hacer incisiones en su gemelo izquierdo. Mi víctima gritaba como un puerco, pero yo no sentía nada; su sangre, oscura y espesa, brotaba de los tejidos corroídos por mi mano, pero tampoco tenía ninguna importancia; únicamente gozaba de la sensación que me producía cortar aquella carne blanca y fofa, de la vibración que los numerosos dientecillos del cuchillo catapultaban hacia mi mano al separar su piel rugosa y áspera. En aquellos momentos me pregunté si sentiría el poeta lo mismo al desvirgar una hoja en blanco que yo al rajar aquel blanco gemelo.

Kóbol

"Una infancia traumática"

Esta vez, de nuevo, nos encontramos con un nombre muy conocido en la historia del crimen: el “Estrangulador de Boston”. Puede que el nombre resulte conocido por la película de 1968 con el mismo nombre, y que estaba basada en los hechos ocurridos tan sólo unos años antes en Boston, entre junio de 1962 y enero de 1964. En esta ocasión sí que conocemos
-oficialmente, porque en la actualidad se discute si realmente fue él- la identidad del autor de los crímenes: Albert de Salvo.

Albert de Salvo no aparentaba ser un asesino en serie, pues era un esposo y padre modelo de dos hijos, pero su pasado le pesaba demasiado. Su padre le había maltratado física y psicológicamente durante años, y probablemente a causa de ello había desarrollado un trastorno de personalidad doble que le permitía evadirse de la realidad en momentos críticos para él. Esto hacía que en los momentos de los asesinatos no fuese “él” el que actuase, sino su otra personalidad. Pero esto solo no justificaba sus instintos asesinos, por lo que la causa ha de buscarse por otra parte. Después de dejar la casa de su padre y de ser vendida a un granjero (!!), decidió alistarse en el ejército. Allí pasó varios años, durante los cuales se casó y tuvo una hija. Después fue expulsado, al parecer por abusar de una compañera; esto fue en 1956. Conque ya vamos disponiendo de datos para analizar su conducta violenta: según dijo después de cometer los crímenes (13 en total), él odiaba a su mujer, por lo que puede ser que descargase su ira contra ella asesinando a otras mujeres.

Todo esto, nos permite comprender mejor el modus operandi del asesino. Las primeras víctimas fueron mujeres de avanzada edad. De Salvo entraba en sus casas sin necesidad de forzar puertas ni ventanas, con la excusa de ser el fontanero, el técnico del gas, o similar. Una vez dentro, usaba cualquier objeto que estuviese a mano para estrangular a la incauta señora (la primera de ellas con el cinturón de su propia bata). Esto iba acompañado de golpes de diversa índole, y, normalmente, también las agredía sexualmente. La policía, entonces, se encontraba el cadáver en su propia casa, sin signos de haberse forzado cerraduras, y con grandes destrozos tanto en las propias víctimas como en el resto de la casa. Totalmente desconcertante.

Conforme iba aumentando el número de asesinatos, mayor era la angustia entre la población. Las autoridades aconsejaban, sobre todo a las mujeres, no abrir las puertas cuando fuese de noche y no salir en solitario a la calle. Todo en vano. El asesino campaba a sus anchas por la ciudad y seguían apareciendo nuevas víctimas. La policía detenía vagabundos y otra gente “sospechosa” por toda la urbe. No servía para nada.

El 5 de diciembre del 62 se produce un punto de inflexión. Aparece otro cuerpo, pero no se trata de una anciana, y además tampoco es una mujer blanca. Se trata de Sophie Clark, una mujer de color que tenía 20 años. Habían cambiado los objetivos del criminal, ya nadie estaría tranquilo. Ahora cualquiera podía ser el próximo en caer... Y así fue, el resto de las víctimas fueron mujeres, pero la edad ya no importaba.

Pasaron muchos meses hasta que detuvieron a de Salvo. Y no fue por asesinato, sino simplemente por asalto. En la cárcel confesó los crímenes y fue condenado por ellos a cadena perpetua en 1966. Incluso confesó dos asesinatos de los que la policía ni siquiera tenía noticias. Y sólo dos años después se estrenó la película dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Tony Curtis y Henry Fonda. Murió en la cárcel en 1973, apuñalado por un compañero de celda.

Y ésta es toda la historia de este personaje. Sólo cabe indicar que recientemente se duda sobre la real autoría de los asesinatos, por lo que se van a realizar pruebas de ADN para intentar constatar con veracidad que Albert de Salvo fue realmente el “Estrangulador de Boston”. De no ser así, el verdadero asesino seguiría suelto, a no ser que haya muerto ya. Inquietante, ¿verdad?





Albendea.

La mentirijilla

El sábado pasado fui con mi chica a cenar a un elegante restaurante; ya sabéis, una cena romántica. Después de que tomaran nota, ella se fue al baño, y yo aproveché para echarme un cigarrillo en la calle. Entonces unos chavales demasiado inteligentes, diría yo, me tiraron un globo de agua que fue a parar a la zona del paquete. Tiré el cigarro cabreado y busque con los ojos como una lechuza a esos “bien nacidos”; no los encontré, claro, a pesar de escuchar sus risas alejándose. Entré resignado al restaurante, esperando que la gente estuviera enfrascada en sus cosas, y el que no, que al menos hubiera promocionado segundo de infantil. Sin embargo la gente empezó a cuchichear y reírse entre dientes. Ante esto noté cómo el rubor subía hasta mis mejillas. No podía evitar sentirme avergonzado, así que para liberarme dije en voz alta: “Sí, me he meado, señores”. Las personas allí reunidas se quedaron congeladas; yo me reuní con mi alma complementaria –mucho mejor que una gemela– y comenzamos a desternillarnos de risa.

Anónimo

Se vende Velocípedo

En buen estado y económico


(“Buscamos patrocinadores”, revista Velocípedo III)

15 de enero de 2009

Catedral de Burgos

La extraordinaria catedral gótica de nuestra localidad es conocida por todos, más que por su belleza indiscutible y su calidad arquitectónica, por ser punto de encuentro para los jóvenes los fines de semana, debido a su situación en el centro de la zona de marcha de la noche burgalesa.
La mayoría desconoce el mundo que se abre ante nosotros en su interior, y más aún las leyendas y misterios que se esconden en cada uno de los rincones del templo.

La leyenda más impresionante que podemos encontrar sobre la catedral es la que se le atribuye al Cristo de Burgos: cuentan que fue creado por el mismísimo Nicodemus, un escultor judío de quien se dice habría reflejado en la talla la imagen del mismísimo Cristo muerto, antes de bajarle de la cruz, y que fue encontrado dentro de una caja de madera en alta mar.
Más sorprendente aún es la leyenda sobre su composición. Teófilo Gautier, en 1840, decía así: “El célebre Cristo tan venerado en Burgos no es de piedra ni de madera pintada; es una piel humana rellenada con mucho arte y cuidado. Los cabellos son reales, los ojos tienen pestañas, la corona de espinas es de escaramujo y no le falta ningún detalle. Nada más lúgubre ni más impresionante que este largo fantasma crucificado con un largo aspecto de vida y su inmovilidad de muerte; la piel, de un tono rancio y grisáceo, aparece surcada por unos largos hilos de sangre, tan bien imitados que parece efectivamente que estén manando.” Pues esta leyenda no es tan difícil de creer, teniendo en cuenta que el pelo, barba y uñas de la figura, efectivamente, son humanos, y la piel de búfalo que forma el cuerpo está perfectamente aderezada de llagas, heridas y moratones que nos hacen creer que nos encontramos ante el mismísimo hijo de Dios crucificado.

Incluso dentro de la sagrada fortaleza acaeció un terrible asesinato. Era el año 1869. El Gobierno había dado orden de incautar los archivos eclesiásticos. El gobernador civil de Burgos cometió la imprudencia de acudir a la catedral acompañado únicamente de un inspector de policía, el cual nada pudo hacer cuando los manifestantes que se encontraban en el exterior penetraron en el templo; uno de los asaltantes golpeó al gobernador con un martillo, para después estrangularle con una faja y destrozar su cráneo en las escalinatas de la catedral.

Éstas son sólo algunas de las leyendas y curiosidades del mayor tesoro de la ciudad, pero existen muchas más; casi cada capilla, cada figura, cada piedra posee la suya.Así, ¿volverás a ver la catedral con los mismos ojos?

Vientos del norte


Silvia Castrillo

El verdadero respeto

Durante la evangelización en el lejano Japón, un misionero fue hecho prisionero por un grupo de samuráis.

- Si quieres continuar vivo, mañana tendrás que pisar la imagen de Cristo frente a todo el mundo –dijeron los guerreros.

El misionero se fue a dormir sin albergar dudas en su corazón: nunca cometería semejante sacrilegio, y estaba preparado para el martirio.

Despertó en mitad de la noche y, al levantarse de la cama, tropezó con un hombre que estaba durmiendo en el suelo. A punto estuvo de caer de espaldas de la sorpresa: ¡Era Jesucristo en persona!

- Ahora que ya me has pisado en carne y hueso, ve ahí fuera y pisa mi imagen –dijo Jesús–. Porque luchar por una idea es mucho más importante que la vanidad de un sacrificio.


Paulo Coelho
Hacía ya un tiempo que tenía en mis manos un ejemplar de la Velocípedo, revista de la que había oído hablar bastante en las últimas semanas, pero la incapacidad de buscar más tiempo que dedicar a la lectura no me había permitido leerla desde su publicación, así que decidí acomodarla en un pequeño hueco de mi bolso y llevarla a tierras portuguesas, donde disfruté de su compañía en uno de los recovecos que encontramos en la pequeña isla de San Miguel, al lado de una refrescante cerveza, a la que poder descubrir sus beneficios.


Penny Lane

Cargado de estropajos sin usar


Sin cero, sin guarismo alguno
siento tientos inconscientes
propios de tinieblas y rijosidad.
No sé lo que es exactamente:
la perversidad del diablo
ánimo y desmán.

No siento truculentos
golpes peristálticos de conciencia
simplemente me dejo llevar
viento suave y apacible
gira y revuela, retruécanos
capaces de consternar.

Si tuviera algún sentido
si fuera sabiendo o sin saber *
sin otro propósito
sin otra mente ni otra suerte,
cargado de estropajos sin usar.

* La poesía y sus reglas.
D.C.O.

14 de enero de 2009

-Muerto en vida- (3ª Entrega)

Miércoles, 25 de octubre de 1995, Santiago de Compostela (2ª Parte)

Subimos las escaleras, su crujido me saca de quicio –este edificio se cae a pedazos-. Está demasiado callada, posiblemente se trate del crimen de Conxo. Abro la puerta y la invito a pasar. Nada más entrar se encuentra el recibidor, austero y elegante, de colores pardos, como toda la casa. Cuenta con una planta lacia (falta de mantenimiento); una acuarela marinera, a la que he anexionado un Rothko en facsímil; un reloj de pared de la Caixa Galega; y un par de sillas de tijera; lo único que le falla es la falta de perchero y paragüero…



- A la izquierda, señorita.
- Gracias.

Mi despacho es la pieza más grande del cochambroso apartamento. Es sencillo y con buena iluminación, y aquí sí que tengo los “accesorios de todo buen detective”: hay un secreter amplio y despejado -a parte del flexo, la escribanía y unas hojas bajo un pisapapeles con forma de escarabajo-, justo en frente de la puerta, desde donde se extiende la habitación hasta la ventana, con sus cajones bajo llave, donde guardo archivos de casos importantes, cartas muy personales, puros de “importación”, un dictáfono, mi cámara fotográfica y mis Benelli B-76 (9 mm parabellum, 8 disparos) y Sig-Sauer P220 (mini-pipa; pequeña pero matona), así como sus respectivas fundas y cintos; un mueblebar, también bajo llave, tras el escritorio, incrustado en una estantería; unos estores para las ventanas; un perchero actualmente abandonado; un paragüero con un solo morador; un cubo de basura, donde se encuentra un teléfono, víctima en primera instancia de la compañía telefónica, y en segunda mía; y la amplia estantería repleta de más archivos de casos antiguos, libros de jurisprudencia, álbumes de recortes de periódicos, enciclopedia, novelas negras (gran fuente de conocimientos acerca de la compleja naturaleza humana) y de otros géneros, cartas… Ah, también hay tres sillas almohadilladas, la mía reclinable, giratoria y con reposabrazos.

- Tome asiento señorita –le recomiendo-. Su nombre es…
- Me llamo María Hernández.
- Encantado. Qué puedo hacer por usted.
- Mire, una amiga mía ha sido asesinada –solloza.-Y de repente se echa a llorar.
- Tranquila señorita, tranquila, si llora no podrá explicarse como es debido. Quiere que le traiga algo, un café, un té, un whisky… (?)
- Bueno…, vale. Un whisky.

Me acerco al mueblebar y saco a mi amigo Dic. No he necesitado llave, está abierto. El manojo debo haberlo guardado en mi cómoda.

- Marchando un lingotazo (!). ¿Quiere hielos?
- No, no hace falta, así esta bien.
- De acuerdo. Bueno…, por dónde íbamos…

Se bebe el whisky de un trago y empieza a relatar la historia:

- Ayer estuve con una amiga que…
- Perdone, sé exhaustiva por favor, nombres, detalles, todo; aunque crea que no tiene importancia, puede ser determinante.
- Vale. Pues ayer estuve con Lara González, una amiga mía que estudia derecho aquí, en Santiago, como yo; estuvimos tomando algo y luego fuimos a su resi, una tal Montero Ríos, a ver una película; serían las diez de la noche cuando me iba a ir porque había quedado con su novio -se llama Aleixo, creo que hacía económicas, no llevaban mucho-, pero éste llamó y le dijo que no podía quedar por razones de fuerza mayor: debía haberse puesto malo su padre o algo así. Entonces me quede con ella un rato más, hablando y así. A las once y media aproximadamente me fui a mi casa. Y esta mañana… Ha sido horrible, horrible… He ido a buscarla para ir a clase pero la residencia estaba vallada, todo estaba lleno de policía y de gente, nadie sabía que pasaba, hasta que la policía ha empezado a hacer preguntas… Preguntaban por Lara (!). No me querían decir que pasaba, pero después de contarles lo que le he contado a usted, me lo han dicho: “está muerta”… No entiendo nada, no puede ser posible… Me han tomado declaración y me han exhortado a decir quién podía ser el culpable. No les he dicho nada: Lara no tenía enemigos. No puedo entenderlo.-Se pone a llorar de nuevo.
- Tranquila señorita, no llore. A ver, por qué viene usted a hablar conmigo si ya ha hablado con la policía (?)
- Porque han detenido a Aleixo, pero es imposible que él la matara, yo lo conocí, era un chico muy majo, muy humano… Era voluntario en una protectora de animales y estaba muy ocupado protestando contra la explotación animal, según ella me contaba. Además creo que era vegetariano o vegano…, algo así.
- A veces las cosas no son lo que parecen.
- Pero el día que le conocí…, no sé… Por ejemplo, se posó un mosquito en Lara y yo lo iba a matar, pero el dijo “¡no!” y lo espantó… No lo entiendo, esto es surrealista…-Comienza a llorar de nuevo.
- No llore señorita, no sirve de nada.
- Usted no lo entiende, era mi mejor amiga…

Empiezo a cavilar: resulta irónico que alguien que defiende a los animales tenga un nombre que signifique precisamente eso, defensor; y resulta más irónico aun o más bien paradójico que mate a machete en ristre.

- De acuerdo señorita, lo que vamos a hacer es esto: usted se va a ir a casa o donde quiera, pero que sea un lugar apacible para usted, sin angustias ni recuerdos; pero antes tendrá que decirme su dirección o móvil por si la necesitara, que la necesitaré.
- Vale, señor Gutiérrez.
- Llámame Charly, por favor.

Sale por la puerta, todavía consternada. Yo me quedo pensativo, no en el caso en sí, sino en el porqué del ensañamiento; según el periódico: “descuartizada”…, en una residencia llena de universitarios… Eso es puro sadismo, lo más gore con lo que me topo desde hace años, obra de un perturbado zarramplín o, peor, de un perturbado intelectual.

Lo primero será visitar a “mis amigos”: la bofia.

Escrito y pergeñado por: D.C.O.

Narrado por: C.G.S.

¿Incultura?

Todos somos incultos en distinto grado en la medida en que lo que desconocemos es muy superior a lo que conocemos. Así, técnicamente, no habría personas cultas, sino menos incultas. Y, de igual modo, no hay personas menos incultas que otras, sino que simplemente van a desconocer cosas distintas.

La llamada cultura popular no sabría como definirla, si como un valor en alza o que se deprecia cada día en este mercado de valores que es la vida. El hombre como animal gregario, es decir, con cierta tendencia a la vida en comunidad, a lo largo de su historia ha ido desarrollando unos conocimientos, ideas o tradiciones, basados en la experiencia y transmitidos de generación en generación. La cultura. Y dentro de ella la cultura popular. Más propia del pueblo por su carácter folclórico o tradicional. Ésta, quizás sufre su primer gran golpe con el desarrollo “intelectual”, que pretende poner por escrito todo conocimiento considerado “científico” o de interés para los grupos que controlan a lo largo de la historia los conocimientos. De esta manera se amplia la zanja o cisma que existe entre estos estamentos. Incluso hoy en día la oportunidad de las personas para acceder a un “tipo de cultura” es desigual.

Tal vez la nueva “elite” cultural, neoesnob, neoalternativa y neobohemia (demasiados “neos” en una sola frase), considere sólo cultura una parte de la producción humana, despreciando este tipo de conocimiento y entendiéndolo como fruto de la superstición, el miedo, lo irreal e, incluso, esta cultura judeocristiana que nos ha rodeado durante milenios. La cultura popular va a estar al alcance de todos los hombres, de todas las personas; y sin embargo la tradición oralmente transmitida, surgida del pueblo, un pueblo bajo que en ocasiones difícilmente sabría escribir su propio nombre –razón de que la transmisión sea oral–, va a ser, a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad, “tradicionalmente” rechazada por la elite intelectual, capacitada para leer y escribir, o, por lo menos, para que otros se lo leyeran. En la actualidad sigue siendo rechazada por algunos; y creo que deberíamos ser lo suficientemente hábiles, y no digo listos, para poder discernir aquellos aspectos más puramente supersticiosos, irreales, etc., de aquellos otros que realmente nos pueden aportar un saber. Me vienen a la cabeza como ejemplo las epopeyas homéricas, en las que, más allá de la simple narración o imaginación de Homero, hay que extraer un hecho, un aporte de información, conocimiento… que suscitan las entrañas de dichos poemas.

Quizás la cultura, el conocimiento, esté subyacente en múltiples aspectos de la vida. ¡No en múltiples, en todos!; y hay que dejar de lado los prejuicios, cambiar nuestra forma de mirar el mundo, y desarrollar una mirada más amplia y profunda de las cosas. Por todos es sabido que “no hay más ciego que el que no quiere ver”.

P.D. Estas líneas han sido escritas con la intención de suscitar un debate interior (o exterior) en el lector en cuanto a su forma de afrontar la realidad. No considero que lo aquí escrito por mí de forma desordenada, a base de ideas sueltas y quizás repetitivas, sea en ningún caso una verdad absoluta; ni mucho menos comulgo con alguna de ellas.


Tomoe

13 de enero de 2009

Avatares del camino

El señor Rubim salió de su casa; muy temprano, a juzgar por su fijeza al mirar. Con su traje de seda; monóculo y albardas. Estaba cansado, la noche no resultó reparadora: puro en labios se durmió, cómo no. Sin embargo, hinchando pulmones en resorte, apoyado en el sillín, subió de un respingo al vehículo; velocípedo para los entendidos, giroscopio para sí. "Qué tarde se le hacía, su jilguero había de regar". "Morirá de hambre, morirá de hambre", le decían sus inseparables chinches y piojos, amiguitos y acompañantes, desde la tierna infancia ya. Pero el camino se le hacía temperamental y apacible. Ay, ay. Qué será...

Habitación 101

“¿Usted la quería?” Directas palabras de aquel tipo serio que no me daba demasiadas confianzas para dejarme ser psicoanalizado. Quién diría que iba acabar en ese lugar hablando sobre ella con un tipo tan serio que sería ideal para que en una exaltación “padre de familia”, de repente, se pusiese una mano en la nariz y dijese mirándome “blublublublu” en plan “esto-es-una-broma ja ja ja o te creías que alguien podría ser tan serio, jovenzuelo”

Pero en vez de eso siguió con las preguntas en un ambiente que cortaba. “¿Se siente usted solo?”, en ese momento yo ya no escuchaba, con la mente en blanco me imaginaba al señor de enfrente sujetando de un hilo un globo de niño que le daba un aspecto patético y estúpido, y sí, también muy gracioso. Era mi estupidez favorita, otros se imaginaban a su público desnudo para perder la vergüenza, pero un exceso de imaginación me habían hecho ver cosas desagradables con esta técnica…; así que como divertimento me imaginaba a la gente sujetando con un cordel un globo de niño, es facilísimo sentirse superior a un imbécil que a su edad sigue con globitos…

“¿Me está escuchando?” “Sí, sí, mmm no sé, un poco, como todo el mundo…” La cosa siguió su curso sintiendo que el tipo ese del globo no me entendía en absoluto…“¿Oye voces, cree que le persiguen…?” “No” (Pero tengo un blog donde deliro…) Preguntita de puro protocolo -supongo- que mi aspecto blanquecino sin afeitar invitaban a preguntar.“¿Tiene tendencia a aislarse?” “Sí...me meto con el portátil debajo de la cama” “¿En serio?” “jeje me ha pillado, no lo hago, aunque sería divertido, ¿no?” “Sí, apasionante”

Tras unos cuantos minutos, que vi como una perdida de tiempo, abandoné esa habitación sintiéndome bastante incomprendido y bastante mierda; un tipo con un globo de niño había conseguido ponerme contra las cuerdas con su interrogatorio y su maldito veredicto (!): “verá el problema, es que usted es islandés, y hasta que no encuentre la fórmula química que gobierna su vida en el universo lejos de su tierra, no hará más que deambular con gente a la que no comprende, con la que no se identifica, y a la que odia…, es decir, vivir en el caos, y para esa misión ni siquiera yo le puedo ayudar, pues yo ni siquiera existo más allá de su imaginación…” En ese momento me quedé solo en la sala con un bonito globo amarillo, y eso me dolió aún más, ahora el tonto del globo era yo.


Islandés en el caos