10 de diciembre de 2008

Mi extraño amigo

Mi extraño amigo tiene muy mal humor, en el sentido de pésimo o sombrío humor, según criterios; no hace gracia salvo que se asemeje al tuyo. Tiene una cara sin facciones claras, desfigurada, tumulto de excrecencias. Sus múltiples ojos, sin ser ojos, imperceptibles, se extienden por sendos lados de la cara; como desparramándose por ella secretan a intervalos un humor acuoso digno de toda repulsión. Su boca, como un casquete chato, parece formar tonsura en la cima de la gólgota. Qué guapo cuando sonríe… Es tierno e inofensivo, aunque su aspecto parezca decir lo contrario. Y además de esto, tiene cuerpo; si se le puede llamar así. Consiste en un ectoplasma aún más maloliente –se me había olvidado decirlo– y repulsivo que la cabeza: no tiene articulaciones y lo único que le permite moverse son unos movimientos peristálticos espasmódicos y dinamitantes. Es pura energía… Sólo tiene un sentido, y es el del instinto a priori, exista o no el término. Es decir, no un instinto a posteriori, resultado o residuo directo o indirecto de los sentidos básicos y ordinarios. Se trata, por tanto, de pura tentativa, ya que jamás podrá emplear nada para sus sibilinas intenciones. Lo más que puede hacer es pretender ser auxiliado algún día por un semejante, ya que no le entiendo y no creo que le entienda; y soy su único amigo…

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