15 de noviembre de 2010

Les observaba desde su silla, estaban sobre la mesa de la cocina, inertes, arrugados. Mientras, en la sartén crepitaban las patatas y en la radio sonaba una vieja canción en inglés. Los miraba incrédulo, indeciso y demasiado perezoso, pero sentía que casi le amenazaban si tardaba en poner orden. Así que, cuidadosamente comenzó su tarea como si de una complicada ecuación se tratase. Nunca conseguía resolverlo y eso le ponía nervioso y las ideas le revolvían la cabeza, ¿cómo era posible que, en todos los años que llevaba como detective, aún no hubiera descubierto como solucionar aquel misterio? Es como si se perdiesen en un hueco o si se los llevase volando el viento para nunca más completar al resto. Jamás encontró sentido a aquellas repentinas desapariciones que se producían en todos los hogares y que el descubría en la mesa de su cocina, cuando no conseguía emparejar los malditos calcetines.

El dilema de los calcetines sueltos

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