26 de agosto de 2009

Mientras tanto, señora, si alguna vez pasa usted por Burgos, visite su prodigiosa catedral, y, después de haber contemplado los bajorrelieves en que está esculpida la entrada de Nuestro Señor en Jerusalén, un coro que cierran dos rejas en oro repujado de un trabajo maravilloso, su altar, labrado como un joyel florentino (...); su Magdalena de Leonardo da Vinci; su órgano formidable y su Cristo de piel humana, solicite usted ver el sepulcro del Cid, y el sacristán, que afortunadamente no es un sabio, le enseñará, en la sala de Juan Cuchillero, el venerable monumento adosado al muro con garfios de acero.

De París a Cádiz, Alejandro Dumas

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