5 de marzo de 2009

El dormitorio tenía una estantería encima de la cama. Había macetas con geranios. Cuando me acosté allí por primera vez con Joyce y comenzamos el trote, vi que los estantes comenzaban a temblar y agitarse.

Entonces ocurrió.

- ¡Oh, oh! -dije.
- ¿Qué pasa ahora? -preguntó Joyce-. ¡No pares! ¡No pares!
- Nena, me acaba de caer una maceta de geranios en el culo.
- ¡No pares! ¡Sigue!
- ¡Está bien! ¡Está bien!

Continué, iba todo bien cuando...

- ¡Oh, mierda!
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
- Otra maceta de geranios, nena, me ha caído en la espalda, ha rodado hasta el culo y ha caído por tierra.
- ¡A la mierda los geranios! ¡Sigue! ¡Sigue!
- Oh, está bien...

Durante todo el polvo siguieron cayéndome macetas encima. Era como tratar de joder durante un ataque aéreo. Finalmente lo conseguí.

Más tarde dije:

- Oye, nena, tenemos que hacer algo respecto a esos geranios.
- ¡No, déjalos ahí!
- ¿Por qué, nena, por qué?
- Ayudan.
- ¿Qué ayudan?
- Sí.

Soltó una risita. Los geranios siguieron allí arriba. La mayor parte del tiempo.


Cartero, Charles Bukowski

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