30 de septiembre de 2008

Adonis y Afrodita

Camino a casa, tranquilo y rápido. Es de noche. Calles conocidas, bancos vacíos; coches, pocas gentes. En el umbral de la acera se recorta una figura. Femenina. El corazón no late. Ahora sí. Pasa como una exhalación. O no, más bien soy yo el exhalado. Un segundo y parecen horas. Se ralentiza el tiempo. Clava su mirada posesa de poder. Le arde el cuerpo, el cabello, la ropa; el aura incandescente. Ojos de sierpe en los míos. Luceros de placer. La lujuria me invade un instante eterno. ¡Por que hace eso! Bamboleándose escotada; pecaminosa y procaz. ¿Intenta seducir?, no, intenta matar… ¿Será “asesina” de día?, no creo; es cazadora nocturna. La luna observa... Connivencia divina. A hurtadillas entre las sombras para materializarse mortalmente se desliza, tentando al mismísimo diablo. Debería reprocharle mi excitación. “Cárguemelo a su cuenta, por favor”. “Cheque al portador del corazón; o, mejor dicho, del miocardió”... Mandíbulas fijas, ígneos ojos, pechos turgentes… Te comería costillas, malar y tarso; tus huesos percuten mi razón. Muerto en la parálisis temporal, detengo los pasos, giro el cuerpo y me encaro aceptando el duelo. Le espeto:

- ¿Qué crees que estas haciendo?
- ¿Cuál?
- Por qué matas; o una visión o muy cruel eres.
- No sé…-Su fingido candor me arrastra…
- ¿Me deseas? Yo a ti sí. Ven, acércate.

Despierto del ensueño. Llego al fin. ¡Por qué no le he dicho nada, ahora "sería mía"!…

Olvido, y vuelvo a mi vida llamada Perséfone.


Adonis

No hay comentarios: