9 de mayo de 2009

El asiento del abuelo

- Perdone, joven. Lo único que deseo en estos momentos es poder descansar durante el trayecto; mis piernas ya no son lo que eran.
- Pues, lo siento; aquí estoy sentado yo.
- Cierto. Sin embargo, viendo que su regazo está libre… –a lo que prosiguió intenciones– tomaré asiento.
- Pero… qué hace.
- Alguna vez había de estrenarlo, digo yo.


Anónimo